Uno de cada cuatro europeos sigue sin creer en la teoría de la evolución humana

Una encuesta realizada por la Fundación BBVA a 27.068 personas en 15 países europeos más Estados Unidos, Israel y Turquía revela que existe una parte de la población que sigue sin creer en la teoría científica de la evolución humana. En concreto, en el caso de los países europeos (incluidos Alemania, Dinamarca, España, Francia, Italia, Países Bajos, Portugal, Bulgaria, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Polonia, República Checa y Rumania), el porcentaje alcanza el 26%, una cifra elevada pero más baja que la de EE.UU., que se sitúa en el 32% de encuestados que opinan que «Dios creó a los seres humanos con su forma más o menos actual».

El índice aumenta hasta el 40% en el caso de los países de Europa del Este, aunque sin alcanzar las cotas de Israel (el 56% de los encuestados de este país no creen en la teoría de la evolución de las especies) ni Turquía (que con un 70% es el porcentaje más alto de todas las encuestas). A nivel individual, España está por debajo de la media europea con un 13% de personas que opinan que Dios es nuestro creador, frente a un 87% que opina que «los seres humanos evolucionaron a partir de especies animales anteriores».

En general, no se aprecian diferencias significativas por sexo, aunque la edad sí introduce sesgos en este aspecto, especialmente en Europa y, más aún, en Estados Unidos, donde la explicación científica del origen de los seres humanos tiende a ser más aceptada en edades más jóvenes. En Turquía e Israel, en cambio, no se observa tan claramente este patrón.

Por el contrario, en todos los países encuestados hay unanimidad en cuanto a que la ciencia no destruye las creencias religiosas y piensan, además, que los científicos no se dejan influenciar por cuestiones de este tipo; sin embargo, sí que hay división de opiniones en cuanto a que ambos mundos «coexisten hoy sin problemas», repartiéndose prácticamente un 50% entre el sí y el no.

Por otro lado, la encuesta también valora la formación y el interés de la sociedad en los temas científicos. A pesar de que, en general, la ciencia es percibida como el motor del progreso material y ofrece el conocimiento más fiable, objetivo y veraz (valorado en todos los países por encima del 6 en una escala de 0 a 10), el nivel de conocimiento es desigual. Éste se estimó preguntando por 12 conceptos o nociones básicas y los resultados reflejan diferencias significativas entre países, siendo mayor el nivel de conocimiento en el conjunto de Europa (media de 7,9 respuestas correctas en una escala de 0 a 12) y EE.UU. (7,8), mientras que el nivel es más bajo en Israel (6,4) y Turquía (5,2). Los españoles (7,6) se colocan ligeramente por debajo de la media europea.

Mientras que el segmento de «bajo nivel de conocimiento» es muy reducido en Europa y Estados Unidos (entre un 4 y un 5%), en Israel se multiplica por seis (un 24%) y en Turquía por alrededor de diez (con un 43%). El otro extremo –«nivel de conocimiento alto»– incluye a cerca de cuatro de cada diez europeos y estadounidenses, mientras que en Israel es la mitad (un 21%) y solo un 11% en Turquía, evidenciando una marcada estratificación social del conocimiento de la población.

También llama la atención en la encuesta el hecho de que, en general, la sociedad piensa que la energía solar, internet y la biotecnología mejorarán sus vidas; pero no hay esta percepción en cuanto a la inteligencia artificial y la exploración espacial. Especialmente curioso es el dato de los españoles, que opinan en un 50% que la energía nuclear impulsada por la ciencia y la tecnología «empeorará su vida». Por otro lado, también opinan que la investigación podría ser beneficiosa en campos como la curación del cáncer o la lucha contra el envejecimiento, pero no confían tanto para resolver otras cuestiones como las guerras o el cambio climático.

En cuanto a la percepción de la contribución de los investigadores 'patrios' en la ciencia mundial, en torno al 50% de los encuestados de todos los países piensa que sus científicos tienen una participación «alta o muy alta» al progreso científico a escala global, con excepción de Reino Unido, Dinamarca, Estados Unidos e Israel, con porcentajes por encima del 70%.

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