La Tierra tuvo un sistema de anillos hace 466 millones de años
Un grupo de investigadores ha descubierto evidencias que apuntan a que la Tierra pudo tener anillos hace unos 466 millones de años. Fue al principio de un período atípico de actividad muy elevada de meteoritos. Si están en lo correcto, permitirá entender mejor la historia de nuestro planeta…
El sorprendente descubrimiento de un grupo de
investigadores, podría poner patas arriba la comprensión que se tiene de la
historia de nuestro planeta. La Tierra pudo tener un sistema de anillos, que se
formó hace unos 466 millones de años. Es decir, sucedió al principio de un
período muy intenso de impactos de meteoritos. Se trata del aumento de impactos
del ordovícico. La hipótesis procede de la reconstrucción de las placas
tectónicas durante el ordovícico. En esa reconstrucción, destacan la ubicación
de 21 cráteres de impactos de asteroides.
Todos ellos están a menos de 30 grados del ecuador,
pese a que más del 70% de la corteza continental de la Tierra está fuera de esa
región. Es una anomalía que las teorías clásicas no pueden explicar. Por ello,
el equipo de investigadores creen que este patrón de impactos tan localizado se
produjo después de que un asteroide grande pasase cerca de nuestro planeta. Al
hacerlo, superó el límite de Roche. Esto provocó que se despedazase y formase
un anillo de restos alrededor del planeta. Algo parecido a los anillos de
Saturno y el resto de gigantes gaseosos del Sistema Solar.
A lo largo de millones de años, el material de esos
anillos se fue precipitando gradualmente al planeta. Esto explicaría ese
período de impactos tan intenso que se puede observar en el registro geológico.
Según explican los investigadores, han visto capas de rocas sedimentarias, de
esa época, que contienen una cantidad extraordinaria de restos de meteoritos.
Lo más interesante, añaden, es las implicaciones para el clima que pudo tener la
presencia de un sistema de anillos así. Los investigadores han especulado
respecto a sus consecuencias.
Los anillos podrían haber proyectado sombras en el
planeta, bloqueando parte de la luz del sol y contribuyendo a un enfriamiento
significativo del planeta. Algo denominado ‘Pozo de hielo Hirnantiense’. Este
período sucedió casi al final del ordovícico y es uno de los más fríos en los
últimos 500 millones de años de la historia de la Tierra. Los investigadores
explican que la idea, de que un sistema de anillos pudiese influir en la
temperatura global del planeta, añade una capa de complejidad a la comprensión
que se tiene de este tipo de fenómenos.
Es decir, fenómenos extraterrestres que puedan haber
moldeado el clima de nuestro planeta. Por lo general, los asteroides impactan
en la superficie de la Tierra en lugares al azar. En la Luna o Marte, se pueden
observar cráteres de impacto distribuidos a lo largo de su superficie. Para
investigar si la distribución de cráteres de impacto del ordovícico es
aleatoria, o no, los investigadores han calculado el área, de superficie
continental, capaz de preservar cráteres de aquella época. Para ello, se han
fijado en los cratones estables, con rocas más viejas que el período
ordovícico.
Además, han excluido las regiones enterradas bajo
sedimentos o hielo, regiones erosionadas y aquellas afectadas por la actividad
tectónica. De esta manera, identifican lugares geológicamente adecuados en
diferentes continentes. Regiones como Australia Occidental, África, el cratón
de Norteamérica y pequeñas regiones de Europa, que resultaron estar bien
preparadas para preservar este tipo de cráteres. De todo este terreno apto,
solo el 30% estaba cerca del ecuador. Y, sin embargo, todos los cráteres de
impacto de esta época están en esa región.
La posibilidad de que esto suceda, explican, es
similar a lanzar una moneda de tres caras (si es que existiesen) y sacar cruz
21 veces consecutivas. La implicación de este descubrimiento va más allá de la
geología. Invita a reconsiderar el impacto, en términos más amplios, de
fenómenos celestes en la historia de la Tierra. También obliga a realizar otras
preguntas, como la posibilidad de que hubiese otros sistemas de anillos incluso
más antiguos. SI fue así, por supuesto, habría que preguntarse qué impacto
hubieran podido tener en el desarrollo de la vida.
¿Es posible que hubiese sistemas de anillos
similares en otros momentos de la historia de la Tierra? ¿Pudieron afectar al
clima y a la distribución de la vida? Son solo algunas de las preguntas que se
pueden plantear. Si los investigadores están en lo correcto, este trabajo abre
un campo nuevo de estudio en el pasado de la Tierra. Algo que, además, ayudará
a comprender las interacciones entre nuestro planeta y el cosmos. El hecho de
que nuestro planeta pudiese tener anillos hace 466 millones de años resulta de
lo más intrigante y, además, en el futuro sucederá con Marte.
La posibilidad de que la Tierra tuviese anillos no
resulta extraña si tenemos en cuenta que, dentro de entre 30 y 50 millones de
años, Marte tendrá su propio sistema de anillos. O, por lo menos, es una
posibilidad. Algo que sucederá porque Fobos, su satélite más cercano, sigue
acercándose al planeta poco a poco. De forma que, en algún momento, atravesará
el límite de Roche y podría llegar a formar un sistema de anillos. Es posible,
sin embargo, que simplemente se precipite a la superficie del planeta en forma
de varios fragmentos…
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