El origen del beso: un ritual de limpieza convertido en símbolo de afecto

Un estudio reciente sugiere que el beso humano tiene sus raíces en un antiguo ritual de acicalamiento practicado por grandes simios. Según esta investigación, publicada en Evolutionary Anthropology, el gesto de besarse podría ser un vestigio de cómo los chimpancés y otros primates usan sus labios para limpiar el pelaje de sus compañeros, retirando suciedad mediante una succión similar a la de un beso.

El psicólogo evolutivo Adriano R. Lameira, autor del estudio y profesor en la Universidad de Warwick, explica que este comportamiento de acicalamiento podría haber evolucionado en los humanos, perdiendo su función higiénica pero manteniendo el gesto como un símbolo de conexión y afecto. En palabras de Lameira, “el beso moderno es el último paso en un ritual de limpieza que nos acompaña desde tiempos primitivos”.

El estudio exploró otras teorías sobre el beso, desde su relación con la lactancia hasta la premasticación de alimentos, pero concluyó que el acto de succionar y juntar los labios, como en el caso de los primates, guarda una relación más cercana con el beso humano. Con el tiempo, al perder la necesidad de limpiar el pelaje, el acto se mantuvo como un símbolo de afecto.

¿Herencia biológica o construcción cultural?

Aunque algunos expertos consideran que el beso es más que un reflejo instintivo, la antropóloga Sheril Kirshenbaum señala que la práctica ha sido moldeada por la cultura y que no todas las civilizaciones incluyeron el beso en sus rituales. Solo el 46% de las culturas muestreadas en una investigación de 2015 mencionaban el beso romántico entre sus costumbres.

A lo largo de la historia, el beso ha prevalecido en distintas formas y contextos, y aunque parezca un gesto sencillo, sigue siendo uno de los símbolos de afecto más profundos y universales en muchas culturas.

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