Fukushima: el legado de un desastre nuclear que sigue impactando al mundo
El 13 de marzo de 2024, Japón volvió a enfrentarse a
la sombra del desastre nuclear de Fukushima. A más de una década del accidente
que devastó la planta tras un terremoto y un tsunami, el país sigue lidiando
con las repercusiones ambientales y energéticas de uno de los mayores desastres
nucleares de la historia.
La decisión de la Tokyo Electric Power Company
(TEPCO) de verter al mar las aguas tratadas de la planta nuclear ha
desencadenado una oleada de preocupación global. Desde agosto de 2023, se han
realizado ocho descargas que han liberado un total de 62.499 metros cúbicos de
agua, lo que apenas representa un 5% de las 1,4 millones de toneladas
contaminadas acumuladas en tanques. Este proceso, que podría durar al menos 30
años, sigue siendo motivo de controversia debido a la presencia de tritio, un
isótopo radiactivo que el tratamiento no puede eliminar por completo.
El impacto del tritio en los ecosistemas marinos
Según la bióloga marina María Ferreira, el tritio
puede permanecer activo hasta 12 años, liberando radiación que afecta a
organismos marinos como moluscos y larvas. "Este elemento puede provocar
malformaciones y alteraciones en el desarrollo muscular, lo que amenaza la vida
marina en el área afectada", afirmó Ferreira, subrayando la gravedad del
impacto ecológico.
Una reapertura nuclear plagada de obstáculos
Japón intenta recuperar su capacidad nuclear, pero
el camino está lleno de desafíos. A pesar de que 27 reactores han solicitado su
reapertura, solo 17 han logrado cumplir con los estrictos estándares de
seguridad implementados tras el desastre. Un ejemplo es el reactor N° 2 de la
planta Tsuruga, descalificado tras una evaluación de nueve años debido a una
falla activa cercana que pone en riesgo su infraestructura.
El futuro incierto de Fukushima y la energía nuclear
en Japón
El accidente de 2011 marcó un antes y un después
para la energía nuclear en Japón. Mientras el país busca soluciones sostenibles
y seguras, Fukushima sigue siendo un recordatorio de los peligros inherentes a
esta tecnología y de las cicatrices que aún persisten en su entorno y en la
memoria colectiva global.
La reconstrucción y la reconciliación con el
desastre son tareas titánicas que seguirán siendo un desafío para Japón y el
mundo entero.
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