Latido cada 20 días: un agujero negro confirma una predicción de Einstein cien años después
Astrónomos han observado por primera vez de forma directa el bamboleo extremo del espaciotiempo alrededor de un agujero negro supermasivo tras la destrucción de una estrella, un hallazgo histórico que valida la relatividad general y abre una nueva vía para estudiar los objetos más violentos del universo.
El universo ha vuelto
a mostrar su rostro más brutal. Un equipo
internacional de astrónomos ha logrado observar con un nivel de detalle sin
precedentes uno de los fenómenos más destructivos conocidos: la aniquilación de
una estrella al aproximarse demasiado a un agujero negro supermasivo. El
evento, catalogado como AT2020afhd, convirtió al astro en un disco
incandescente de escombros girando a velocidad extrema y lanzó al espacio un
potente chorro de partículas casi a la velocidad de la luz.
Lo que parecía un
cataclismo más terminó revelando algo extraordinario. Mientras analizaban las
emisiones de rayos X y radio del suceso, los científicos detectaron una señal
rítmica sorprendentemente regular: tanto el disco de materia como el chorro
presentaban un pulso sincronizado que se repetía cada veinte días, un
comportamiento que no encajaba con los modelos habituales.
Un pulso
cósmico con explicación relativista
Lejos de ser una
anomalía instrumental, ese latido periódico resultó ser la primera
observación directa de la precesión de Lense-Thirring, uno de los efectos
más extremos y difíciles de comprobar de la relatividad general formulada por
Albert Einstein hace más de cien años.
La enorme rotación del
agujero negro no solo atrae la materia circundante, sino que arrastra el
propio espaciotiempo, forzando a todo lo que orbita cerca a inclinarse y
oscilar. El resultado es un movimiento de cabeceo regular, similar al de una
peonza cuando empieza a tambalearse antes de detenerse.
En este caso, tanto el
disco de restos estelares como el chorro relativista se movían al unísono, como
si estuvieran rígidamente conectados por una fuerza invisible. Esa fuerza es,
precisamente, la torsión del espaciotiempo predicha por Einstein.
Dos
observatorios, una misma señal
Para confirmar el
hallazgo fue clave combinar datos de algunos de los instrumentos más avanzados
del planeta. El Observatorio Swift de la NASA siguió la emisión de rayos
X procedente de la materia estelar al caer hacia el agujero negro, mientras que
el Very Large Array (VLA), una de las mayores redes de radiotelescopios
del mundo, monitorizó el chorro de partículas expulsado al espacio.
Ambos conjuntos de
datos mostraron el mismo patrón temporal, una coincidencia imposible de
atribuir al azar. La conclusión fue contundente: una única causa física
estaba provocando el bamboleo sincronizado, confirmando la precesión de
Lense-Thirring en un entorno real y extremo.
Los científicos
recuerdan que no es posible observar directamente el entorno inmediato de un
agujero negro, ni mucho menos enviar una sonda a su interior. Por ello, estos
“ecos” en forma de luz y radiofrecuencia son la única ventana disponible para
estudiar su comportamiento.
Un laboratorio
natural para la física extrema
Los resultados del
estudio, publicados en la revista Science Advances, suponen un hito
en la física fundamental. No solo validan experimentalmente una predicción
centenaria, sino que convierten los eventos de destrucción estelar en auténticos
laboratorios cósmicos para analizar cómo se comporta la gravedad en
condiciones imposibles de reproducir en la Tierra.
Además, el hallazgo
llega en un momento en el que los astrónomos reconocen que algo extraño está
ocurriendo en el universo, con observaciones recientes que desafían los
modelos cosmológicos actuales. Comprender mejor a los agujeros negros, los
objetos más extremos conocidos, puede ser clave para resolver algunas de esas
incógnitas.
AT2020afhd ya no es
solo la historia de una estrella devorada. Es la prueba de que el espaciotiempo
puede retorcerse, oscilar y latir… y de que Einstein, una vez más, tenía razón.









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