La Amazonía, en llamas y fuera de control un año más


20.473. Es el número de focos de calor indicadores de actividad incendiaria registrados en la Amazonía por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil entre el 16 de julio y el 15 de agosto. 

La cifra es tan solo un 8% menor a la acaecida en el mismo periodo de 2019, un año devastador que se cerró con una crisis medioambiental de proporciones planetarias en la región, con más de 70.000 incendios solo entre enero y agosto.
La situación, calificada de “fuera de control” por las organizaciones ecologistas, se produce a pesar de la moratoria de 120 días decretada hace un mes por el Gobierno brasileño por la que se prohibieron los incendios en la región tropical, principal pulmón del planeta y el área con mayor biodiversidad del mundo, y a tres meses del envío de efectivos militares para la prevención del fuego.
Desde Greenpeace Brazil, Cristiane Mazzetti, responsable de la campaña de Amazonas de la organización, señala que prohibir los incendios no funciona: “Es esencial que el Gobierno restituya la capacidad de vigilancia y devuelva sus competencias y presupuesto a las agencias especializadas en frenar la destrucción ambiental, pero la administración de Bolsonaro sigue en su proceso de desmantelar sistemáticamente la protección ambiental y socavar el trabajo de estas agencias”.
Mazzetti califica de “rotundo fracaso” y de “intento de maquillar sus políticas” el despliegue de tropas en la zona para frenar el fuego. Las alarmantes cifras dejan poco lugar a dudas, más teniendo en cuenta que solo en las dos primeras semanas de agosto se produjeron más de 15.000 focos, y los ecologistas recuerdan que con o sin tropas los fuegos siguen fuera de control.
 “Los incendios en la selva amazónica no ocurren de forma natural; son provocados deliberadamente por terratenientes y ganaderos para expandir la tierra utilizada para el pastoreo de ganado y la producción agrícola industrial, como parte de una práctica que se ha visto agravada por la agenda antiambiental de Bolsonaro”, recuerda Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace España.
La ONG ve especialmente preocupante el aumento de incendios en tierras indígenas, que han registrado un aumento del 8% respecto al catastrófico año 2019, con zonas donde el número de focos se ha multiplicado, como Munduruku, con 160 y un incremento de 78%.
“Brasil ya demostró en el pasado que es posible disminuir sustancialmente la deforestación y los incendios, implementando políticas adecuadas de gobernanza y demarcación de las tierras de los pueblos indígenas. Es una cuestión de voluntad política, pero Bolsonaro ha ignorado esas vías. En lugar de combatir las conductas delictivas y proteger a los guardianes de los bosques este Gobierno sigue reduciendo la protección ambiental y aliándose con quienes quieren destruir el bosque”, señala Mazzetti.
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