Describen el primer cráneo de un embrión de titanosaurio
En 1998, los paleontólogos argentinos Rodolfo Coria, investigador del CONICET en el Museo “Carmen Funes” de la Municipalidad de Plaza Huincul (Neuquén) y Luis Chiappe, hoy Vicedirector del Museo de Historia Natural de Los Ángeles y en aquel momento investigador del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, junto a otros colegas, publicaron en la prestigiosa revista Nature, el hallazgo de embriones de titanosaurio en el interior de huevos megaloolítidos (Megaloolithidae) en Auca Mahuevo, un yacimiento neuquino del Cretácico Superior de unos 80 millones de años de antigüedad.
“Este descubrimiento no
solo significó el primer hallazgo inequívoco de embriones de titanosaurios, un
importante y avanzado grupo de dinosaurios saurópodos, sino que también
permitió establecer el vínculo existente entre dicho clado y los huevo
megaloolítidos. Este tipo de huevos de cáscara gruesa, típicos del Cretácico,
aunque ya habían sido encontrados en diferentes lugares del mundo, no habían
podido vincularse con un grupo específico de dinosaurios”, señala Coria.
Los cráneos de embriones
de titanosaurios encontrados por Coria y Chiappe en la década del ’90 en Auca
Mahuevo, cuya descripción les valió también la publicación de un artículo en la
revisa Science, y que permitieron una primera aproximación a la ontogenia de
los dinosaurios saurópodos al interior del huevo (in ovo), se preservaron de
forma aplanada, es decir, en dos dimensiones. Por otro lado, aunque pudieron
identificar que se trataba de embriones de titanosaurios, no determinaron una
especie específica a la que pertenecieran ni los nombraron como parte de una
nueva, algo que, de acuerdo con Coria, solo es aconsejable hacer sobre formas
adultas debido a que muchas características anatómicas suelen modificarse con
el desarrollo.
Poco tiempo después de
la publicación de estos trabajos, hace unos veinte años, los investigadores
tuvieron noticias de que en una casa de subastas de Nueva York se había puesto
a remate una pieza fósil promocionada como un cráneo de un embrión de
titanosaurio proveniente de Auca Mahuevo y preservado en tres dimensiones.
“Dadas las leyes que
existen en Argentina para proteger los restos fósiles que sean descubiertos
dentro de este país, el material debía haber sido pasado a través de las
fronteras nacionales de manera ilegal, seguramente en forma de un bochón sin
preparar en el que no se sabía bien que había y oculto entre otros cargamentos.
En aquel momento, gracias a la colaboración de la Dirección de Cultura de
Neuquén, la Cancillería Argentina, el Consulado Argentino en Nueva York y el
FBI, pudimos evitar que el material se subastara, pero no conseguimos que se lo
decomisara. Luego de esto, le perdimos el rastro por casi quince años”, relata
Coria.
Hace unos seis años, el
investigador alemán Martín Kundrát, que en aquel momento trabajaba en la
universidad de Upsala en Suecia, se comunicó con Coria para avisarle que un
coleccionista le había ofrecido la pieza. Poder reubicar el material permitió
iniciar el proceso para su rescate y repatriación, algo que iba a suceder en
marzo pasado pero que se vio postergado por la pandemia y las medidas de
aislamiento dispuestas por los diferentes gobiernos. De todas formas, el
espécimen ya cuenta con un número de colección del Museo “Carmen Funes”, que es
adonde finalmente quedará depositado.
“Pero junto con la posibilidad de repatriar la
pieza, poder relocalizarla abrió la posibilidad de que un equipo internacional
e interdisciplinario, encabezado por Kundrát y del que participamos también
Chiappe y yo, pudiera estudiar el cráneo del embrión preservado en forma
tridimensional, junto con la porción de huevo en la que había sido hallado, y
establecer comparaciones con los que habíamos descripto previamente”, explica
el investigador. La descripción fue publicada la semana pasada en la revista
Current Biology.
Debido a que el material
fue extraído sin control estratigráfico, por personal no profesional y por
fuera de un proyecto científico, no se tiene certeza sobre su procedencia
específica.
“Pero las
características anatómicas del embrión y las de la microestructura de las
cáscara del huevo que lo contiene son las mismas que las de los que encontramos
en Auca Mahuevo en los años ’90. La diferencia parece estar en que, en este
caso, se trata de un embrión más maduro, ya que es un 30 por ciento más largo
–mide dos centímetros y medio- y tiene una mayor osificación de los huesos del
neurocráneo (la caja ósea que protege al cerebro). Estas diferencias,
seguramente vinculadas a que se trata de un embrión en un estado más avanzado
de desarrollo, también permitirían explicar que el esqueleto se haya preservado
de manera tridimensional y no aplastado como los que encontramos nosotros”,
señala Coria.
En cuanto a las
características del huevo, no parece haber mayores diferencias con relación a
los hallados en Auca Mahuevo: tiene una cáscara gruesa en comparación con las
de las aves, de uno dos o tres milímetros de espesor, con un sistema de poros
muy bien desarrollado que permitía la respiración y el intercambio gaseoso al
embrión. Por otro lado, las curvaturas de las cáscaras preservadas indicarían
que estos huevos tenían una forma esférica y no ovoide.
Al igual que los
embriones de titanosaurios hallados en Auca Mahuevo, el espécimen recuperado,
del que solo se preserva la mitad izquierda del cráneo -la otra mitad fue
reconstruida digitalmente por imagen especular-, tiene órbitas muy grandes y
los dientes están ubicados en el extremo anterior del hocico.
“Una característica que
se mostraba incipiente en los embriones que nosotros encontramos, y que en este
ejemplar más maduro aparece con mayor claridad, es la presencia en la punta del
hocico de una especie de diente de huevo o cuerno, una proyección ósea del
premaxilar que habría tenido la función de permitirle al embrión romper la
cáscara desde adentro para eclosionar. Se trata de cáscaras particularmente
gruesas, por lo que parece razonable que se requiriera de una herramienta muy
especial para poder generar la rotura desde el interior del huevo”, indica
Coria. Los llamados dientes de huevo son una protuberancia presente en ciertos
cocodrilos y aves actuales, con la diferencia de que se trata de una estructura
córnea que no tiene base ósea.
Este y muchos otros
rasgos anatómicos no están presentes en los titanosaurios adultos que se
conocen, lo que lleva a los investigadores a considerar que son exclusivos de
la etapa in ovo de los embriones, y que desaparecerían con el crecimiento del
animal.
Una característica que
se pudo advertir en la pieza rescatada, que no se había detectado en los
embriones de Auca Mahuevo, es el desarrollo de cierta visión estereoscópica que
no está presente en titanosaurios adultos. Aunque Coria prefiere no especular
demasiado, sugiere la posibilidad de que este rasgo de los embriones puede
haber tenido la función de permitir su adaptación a un nicho ecológico
diferente al de los adultos y/ o de ayudarlos a protegerse mejor de los
predadores.
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