El telescopio espacial James Webb llega a su destino en el punto de Lagrange L2
Con un encendido de sus motores a las 20:00, hora peninsular española (UTC +1), del 24 de enero de 2022, y de forma casi anticlimática, el telescopio espacial James Webb llegaba a su destino en el punto de Lagrange L2 del sistema Sol–Tierra. Jamás hubiera apostado a que todo iba a funcionar tan bien entre el lanzamiento y su llegada a destino. Sé que han sido años de trabajo y preparación pero aún así estoy impresionado.
Desde allí, gracias a las leyes de la física y a
Lagrange, que fue quien primero lo vio, puede acompañar a la Tierra en su
órbita alrededor del Sol casi sin gastar combustible ya que la gravedad hace
casi todo el trabajo. Así les da la espalda a estos dos astros y a la Luna para
que el parasol a su vez pueda hacer su trabajo para mantenerlo a -233 ºC, que
es su temperatura de trabajo.
Sólo hay que encender los motores aproximadamente
cada tres semanas para evitar que el Webb caiga de vuelta hacia la Tierra, pues
su órbita se calcula siempre de forma que de no hacer nada la gravedad acabe
llevándolo hacia nuestro planeta. Y es que no tiene motores con los que frenar
en el caso de pasarse de rosca porque en el lado en el que está montado el
telescopio propiamente dicho no puede haber contaminación alguna. Y el
telescopio no se puede voltear para apuntar con los motores que hay del lado
del parasol en dirección opuesta a la Tierra y el Sol porque entonces el
telescopio se achicharraría. Así que mejor quedarse cortos siempre.
Las estimaciones iniciales eran que sus 133 kg de
tetróxido de dinitrógeno como oxidante y 168 kg de hidracina como combustible
darían para una vida útil de 10 años, siempre que no se produjera ningún
problema con el hardware. Pero el Ariane 5 que lo lanzó hizo un trabajo tan
preciso que ahora se estima que podrían durar 20 años.
El punto de Lagrange L2 está a un millón y medio de
kilómetros de la Tierra hacia el exterior del sistema solar. Así que cabría
pensar que cualquier objeto situado allí orbitaría la Tierra más lento de lo
que ella gira alrededor del Sol, con lo que se iría quedando atrás. A fin de
cuentas el resto de los planetas de la Tierra hacia fuera orbitan el Sol más
despacio que nuestro planeta. Y así debería ser. Pero otra peculiaridad del
punto L2 es que la gravedad de la Tierra tira de los objetos que andan por allí
para que orbiten a la misma velocidad que ella.
El Webb no estará quieto en un punto concreto sino
que estará en una órbita halo alrededor de L2 que tiene una anchura de
aproximadamente 1,6 millones de km en la dirección de la órbita terrestre, con
lo que llegará a estar unos 800.000 kilómetros por delante de nosotros en uno
de sus extremos y a unos 800.000 por detrás en otro. También sube y baja unos
400.000 km por encima y debajo del plano de la eclíptica. Y además está
inclinada. Tarda unos seis meses en describir cada órbita.
Una órbita tan grande alrededor de L2 tiene dos
ventajas. Una a corto plazo que es que requiere muy poco combustible entrar en
ella; no hay mucho cambio de velocidad ni de trayectoria que hacer. Y a más
largo plazo evita que el Webb atraviese nunca la sombra de la Tierra, lo que
siempre es buena idea teniendo en cuenta que funciona con energía solar.
Desde esa órbita podrá observar todo el cielo dos
veces al año gracias a los movimientos de alabeo, guiñada y cabezada además del
de traslación alrededor del Sol.
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