Astrónomos están cerca de detectar las ondulaciones del espacio-tiempo creadas por los agujeros negros supermasivos
Los astrónomos podrían estar a punto de detectar las ondas gravitacionales de agujeros negros supermasivos distantes, millones o incluso miles de millones de veces más grandes que los observados hasta ahora. Los últimos resultados de una colaboración internacional parecen presagiar un descubrimiento, tras dos décadas de esfuerzos para detectar las ondulaciones del espaciotiempo a través de sus efectos en los púlsares, remanentes estelares en rápida rotación que salpican la Vía Láctea.
Los expertos buscan fluctuaciones en las señales de
los púlsares que revelen que la Tierra se mece en un mar de ondas
gravitacionales. Como las olas caóticas que se forman en el agua, estas ondas
podrían deberse al efecto combinado de hasta cientos de parejas de agujeros
negros, cada una de ellas situada en el centro de una galaxia distante.
Hasta ahora, la Red Internacional de Cronometraje de
Púlsares (IPTA, por sus siglas en inglés) no ha hallado pruebas concluyentes de
esas ondas gravitacionales. Pero su último análisis, realizado a partir de los
datos combinados de varias colaboraciones con sede en Norteamérica, Europa y
Australia, revela una forma de «ruido rojo» con las características que los
investigadores esperaban ver. Los resultados se publicaron el 19 de enero en
Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.
«Se trata de un gran hito», asegura Michael Kramer,
astrónomo del Instituto Max Planck de Radioastronomía de Bonn y miembro
destacado del equipo europeo. Aunque aún no constituye una detección de ondas
gravitacionales, es un paso necesario hacia esa meta, añade. Si no hubieran
visto ruido rojo a estas alturas, los cosmólogos quizá habrían tenido que
reconsiderar sus predicciones sobre la prevalencia de los agujeros negros
supermasivos y su papel en la evolución del universo.
Xavier Siemens, radioastrónomo de la Universidad
Estatal de Oregón en Corvallis y uno de los líderes del grupo norteamericano,
coincide en que el ruido rojo todavía no es una detección, «pero resulta
tranquilizador».
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