China tira la toalla ante Estados Unidos y descarta que sus astronautas pisen la Luna antes de 2027

 

Con la llegada del Año Nuevo chino el 1 de febrero, el Gobierno del primer ministro Li Keqiang ha desvelado sus planes espaciales para el quinquenio 2022-2026 en el recién publicado Libro Branco del Espacio, una panorámica general de hacia dónde se encaminan los esfuerzos de China en su intento de posicionarse en vanguardia del dominio ultraterrestre.

Compendio de los principales planes que las autoridades chinas quieren llevar a cabo durante los próximos cinco años para la exploración del cosmos, también tiene el objetivo de fortalecer todavía más su industria espacial, en “rápido desarrollo y profunda transformación”. Su finalidad última es convertir a China en “una potencia espacial, nuestro sueño eterno”, según expresa el presidente Xi Jinping en el preámbulo del documento, un desafío estratégico para Estados Unidos.

Con la Luna como objetivo principal, Pekín trabaja en todos los frentes para enviar astronautas al satélite natural de la Tierra lo más pronto que le sea posible. Pero consciente de la realidad, admite que Washington lleva por delante un amplio margen de ventaja y ni siquiera lo va a intentar hasta más allá de 2026, año en el que concluye el Plan Quinquenal que acaba de aprobar.

La Administración Nacional del Espacio de China o CNSA ‒que es como se llama la Agencia Espacial de Pekín‒ asume que sus intentos de practicar una carrera contra reloj por colocar astronautas chinos sobre la Luna antes que la NASA están abocados al fracaso y ha decidido dejar vía libre a su rival. El Administrador de la Agencia norteamericana, Bill Nelson, tiene programado el regreso a la Luna de sus primeros astronautas para 2025, siempre que no se acumulen retrasos en la puesta punto de su nuevo lanzador SLS.

Así es que los proyectos lunares aprobados por las autoridades de Pekín para el quinquenio 2022-2026 están dedicados a continuar con el desarrollo de nuevas cápsulas tripuladas, motores cohete más potentes, lanzadores más pesados y módulos de descenso. Las pruebas y ensayos de todos ellos hacen pensar que el asalto a la Luna se producirá en los primeros años del decenio de 2030. Quizás algo antes, ya que el 1 de octubre de 2029 se cumple el 80º aniversario de la creación de la República Popular China.

La meta más preciada de la CNSA que dirige desde 2018 el profesor Zhang Kejian es conseguir que los astronautas chinos pongan los pies sobre la Luna, traerlos de regreso sanos y salvos y convertir a China en la segunda potencia mundial en lograrlo. Pero no por eso Pekín descuida el resto de ámbitos que abarcan sus enormes ambiciones espaciales.

El Libro Blanco confirma que su mayor objetivo a corto plazo es “completar la construcción” de la estación espacial Tiangong, emplazada en órbita a 391 kilómetros de altura. Las previsiones actuales son el pronto acoplamiento del laboratorio Wentian, planeado para despegar este mes de mayo, seguido del también laboratorio Mengtian, que lo hará en agosto o septiembre.

A bordo permanecerán tripulaciones de tres astronautas durante temporadas de unos seis meses, que efectuarán experimentos y mantendrán operativo el complejo orbital, cuyo periodo de servicio está calculado para un máximo de 15 años, hasta la segunda mitad de los años 30. En 2024 se lanzará el telescopio Xuntian, con capacidad de visión en los espectros ultravioleta, visible e infrarrojo, que se acoplará a la estación espacial para que los astronautas puedan practicar labores de mantenimiento, una enseñanza extraída del telescopio espacial Hubble.

En órbita a 391 kilómetros de la Tierra, en mayo se acoplará el laboratorio Wentian y en agosto o septiembre el módulo Mengtian, con lo que el complejo orbital chino quedará casi completado, tal y como se muestra en la imagen

En el marco de la colaboración internacional, China proclama que será “más abierta y activa” en la cooperación bilateral y multilateral. Un ejemplo son las misiones robóticas Chang’e-6 y Chang’e-7 previstas para 2024, que incluirán instrumentos de terceros países y traerán muestras lunares de retorno. También los trabajos preparatorios de la Estación de Investigación Lunar Internacional, una base científica conjunta en la superficie de Selene que Pekín y Moscú han planeado para mediados de los años 30, cuyas actividades preliminares comenzarán en 2027 con la misión Chang’e-8.

Pero la Luna no es el único gran objetivo espacial de China, ni tampoco la estación espacial. El Libro Blanco publicado el 28 de enero pregona el interés de la CNSA por la exploración, la tecnología y las aplicaciones espaciales. Se quiere visitar Júpiter, los límites del Sistema Solar, los asteroides cercanos a la Tierra y los cometas, lo que exige mejorar su amplio sistema de transporte espacial, que está basado en la familia Larga Marcha de vehículos de lanzamiento desechables, tanto tripulados como no tripulados. Y desarrollar cohetes reutilizables gubernamentales y privados.

El éxito de las misiones robóticas a Marte han dado paso a futuras misiones lunares Chang’e, nuevos proyectos científicos y al despliegue de redes de comunicaciones gubernamentales en órbita baja y alta

En paralelo al desarrollo de nuevos lanzadores se van a “construir nuevas rampas de despegue y a modernizar las cuatro bases ya existentes”. La CNSA aspira a que todas ellas sean más fiables y rentables y estén capacitadas para soportar el frenético ritmo de lanzamientos institucionales y comerciales al que van a ser sometidas. Conviene recordar que en 2021 China efectuó 55 lanzamientos al espacio.

China resalta que “dialogará” con Rusia y Estados Unidos en la gobernanza del entorno ultraterrestre bajo el marco de Naciones Unidas y que “participará” en la formulación de normas internacionales “para garantizar la sostenibilidad de las actividades espaciales a largo plazo”.

El Libro Blanco contempla el desarrollo de lanzadores más pesados, nuevas cápsulas tripuladas y motores cohete más potentes, además de la construcción de nuevas rampas de despegue y la modernización de las ya existentes

El documento no se olvida de mencionar al interés de Pekín por fortalecer el control del tráfico espacial, mejorar su sistema de alerta temprana y el seguimiento de los desechos espaciales, así como construir un sistema de defensa contra posibles impactos de objetos cercanos a la Tierra.

Entre los planes que se citan también está renovar la amplia flota de satélites de todo tipo. Se constata la necesidad de poner a punto nuevas plataformas geoestacionarias de microondas para analizar el color de los océanos y supervisar el estado de la atmósfera y del ecosistema terrestre. También desarrollar radares interferométricos de apertura sintética (InSAR) en banda X para conocer el volumen de recursos hídricos del inmenso país.

Desde el Centro de Control Espacial de Pekín se siguió segundo a segundo la misión de la sonda Chang’e-5, que a mediados de diciembre de 2020 trajo a la tierra 1.731 gramos de suelo lunar

El Libro Blanco incluye un proyecto para construir una nueva red de comunicaciones gubernamentales en órbita baja y alta, y otro para fabricar nuevos satélites para aplicaciones comerciales. Las autoridades chinas quieren integrar ambas iniciativas en un sistema nacional de posicionamiento, navegación y sincronía más extenso, potente y preciso que el actual Beidou, el GPS chino.

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