Qué es una bomba nuclear: alcance, consecuencias y cómo protegerse de un ataque

 

Con los avances en la guerra que se encuentran librando Rusia y Ucrania en los últimos días, el mundo ha reavivado su temor en que este conflicto pueda saltar hacia el lado nuclear. Y es que si algo dejó como aprendizaje la Segunda Guerra Mundial, con el ataque sobre Hiroshima y Nagasaki, es que una bomba nuclear siempre puede estar sobre la mesa con devastadoras consecuencias tanto a corto como a largo plazo.

Pese a que ni Rusia ni Ucrania hayan mostrado hasta el momento un resquicio por el que se pueda usar una bomba nuclear en medio de su conflicto, esta posibilidad es cierta al ver la capacidad armamentística de ambos bandos, sobre todo desde el ruso así como desde el ucraniano si entrase un apoyo directo de la OTAN encabezado por Estados Unidos.

Más si cabe desde el anuncio del presidente Vladimir Putin de que las fuerzas rusas están en "régimen especial de servicio". Es decir, preparadas para todo lo que pudiese surgir, lo que ha abierto el abanico a esta arma capaz de arrasar con todo lo que encuentre a su paso. Además, cabe destacar que entre todas las armas nucleares hay diferentes tipos: bombas de fisión, termonucleares o del arco iris.

Pudiendo causar daños significativos y un gran número de víctimas debido a su explosión, calor y radiación, un dispositivo nuclear puede ir tanto instalado en un portátil como disparado por un misil. Aquí difiere una de sus grandes diferencias en cuanto alcance, pero en lo que respecta a su radio, las más peligrosas podrían dejar consecuencias directas hasta en un radio de 20 kilómetros.

Esto, llevado a la ciudad de Madrid provocaría que con una capacidad de 300 kilotones, fallecerían alrededor de 450.000 personas, así como habría casi 800.000 víctimas dañadas. Estas habrían sufrido principalmente ceguera, que podría ser tanto temporal como permanente, así como lesiones por la fuerza emitida por la bomba y empujada a un viento a 255 kilómetros por hora.

Con prácticamente nula probabilidad de darse en Madrid, lo más 'normal' es que de haber una guerra nuclear esta se desatase entre Estados Unidos y Rusia. Ambos países con capacidad suficiente para ocasiones graves consecuencias, en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. se informa que las personas expuestas a la radiación podrían experimentar enfermedades longevas, cáncer o incluso muerte.

Además, también sería perjudicial la ingesta de alimentos expuestos a la radiación o la respiración de aire contaminado, consecuencia de la conocida como 'lluvia radiactiva'. El fuego y el calor lanzado por la bomba también podría derivar en quemaduras, mientras que el pulso electromagnético acabaría con equipos de energía eléctrica incluso a varios kilómetros de la detonación.

Hasta el momento, según los datos conocidos por la transparencia de los diferentes países, la explosión nuclear más potente que se ha registrado en la historia tuvo lugar por la conocida como 'Bomba del Zar'. Esta bomba de hidrógeno fue desarrollada por la Unión Soviética y detonada el 30 de octubre de 1961 sobre Nueva Zembla, un archipiélago situado en el océano Ártico, a modo de demostración y con fines de investigación.

Con un peso de 27 toneladas y una longitud de 8 metros, sus consecuencias directas fueron devastadoras para este territorio controlado, lo que demostró que se podría acabar con ella con ciudades como Tokio o Nueva York. Con una potencia 3.800 veces más poderosa que la registrada en Hiroshima, su energía liberada es alrededor de un cuarto de la que puede desprender un volcán, así como el doble de energía solar que recibe la Tierra en un segundo.

Nunca imitada esta Bomba del Zar, todas las que se han usado a lo largo de la historia han tenido fines científicos con excepción de las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Estas dos ciudades sufrieron las consecuencias más trágicas de la Segunda Guerra Mundial al recibir el impacto directo de EE.UU. el 6 y 9 de agosto de 1945.

Bajo los nombres de Little Boy y Fat Man, respectivamente, estos ataques desembocaron en la muerte de 120.000 personas y los daños en otras 130.000 de forma directa. Junto a las consecuencias posteriores, se estima que ha habido cerca de 250.000 fallecidos mientras que varias personas experimentaron leucemia o cáncer, entre otras consecuencias fatídicas. Todo ello desembocó en la rendición del Imperio de Japón, el fin de la Segunda Guerra Mundial y la prohibición a este país de poseer, fabricar o introducir armamento nuclear.

Desde entonces, con fines de demostración, las mayores pruebas registradas en los últimos años se han notificado en Corea del Norte, India y Pakistán. Con mayor actividad en el primer Estado, su última detonación (2016) generó efectos sísmicos sobre territorios de China y Rusia. Una Rusia sobre la que ahora se pone el foco nuclear, sembrando la incógnita de hasta qué punto estarían dispuestas a llegar las fuerzas lideradas por Putin en su guerra con Ucrania.

Tanto en la web oficial del Gobierno estadounidense como en la de los CDC se informa de los métodos de protección más básicos ante un ataque nuclear. Si bien es cierto que de encontrarse en el perímetro más cercano a la explosión apenas hay previsión para protegerse, de existir previo aviso lo mejor es permanecer en el interior de un edificio, en el centro o sótano, con la menor ropa posible por si esta pudiese estar contaminada y evitando tocarse ojos, nariz y boca.

Permaneciendo en el interior hasta que las autoridades diesen el aviso de que es totalmente seguro salir al exterior, hasta entonces es recomendable no encender aparatos de ventilación, usar alimentos almacenados, agua potable embotellada y limpiar con frecuencia el cuerpo para eliminar posibles partículas radioactivas. Además, desde el Gobierno estadounidense existe en enlace para localizar los mejores refugios antinucleares según la ubicación.

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