El origen de la humanidad no es como nos lo habían contado

 

De las muchas ciencias que componen el conocimiento humano, la antropología es una de las que más curiosidad despierta. Nos habla sobre el pasado de nuestra especie, sobre quienes fuimos y quiénes somos, responde a alguna de las preguntas más fundamentales de nuestra civilización y promete responder a muchas de las que todavía son incógnitas. Sin embargo, el conocimiento popular no está a la altura de los últimos descubrimientos, y seguimos repitiendo cosas como que neandertal era nuestro antecesor. Nos han explicado muy mal cómo funciona la evolución, y seguimos imaginando a nuestros ancestros en fila, como si nosotros fuéramos el culmen de un viaje preestablecido a lo largo de los milenios. Si esto fuera poco, hemos de sumar el hecho de que existen múltiples interpretaciones de los datos paleoantropológicos que conocemos.

Se hace realmente difícil saber de qué estamos hablando o quién era pariente de quién. En cuestión de 10 años ha cambiado prácticamente todo y quién sabe cuánto está a punto de ser descartado. Todas las disciplinas científicas están en construcción, pero algunas lo están más que otras. Eso es lo que ocurre con la paleontología de homínidos y cómo queremos respuestas, estamos dispuestos a abrazar las últimas evidencias que las revistas científicas viertan sobre nuestros antepasados, y sin importar cómo de regusto sean los resultados o que falten otros estudios que corroboren esas nuevas conclusiones. ahora que hemos explicitado nuestras debilidades tenemos la responsabilidad de tomar con pinzas las afirmaciones que se siguen en este artículo, porque, aunque pertenecen a investigaciones serias y de absoluta actualidad, podrían ser reescritas en cuestión de pocos años o incluso meses. Ahora sí, hablemos sobre cómo podrían haber cambiado las primeras líneas de nuestra historia.

En 1936 comenzaron las excavaciones en el yacimiento de Sterkfontein, en Sudáfrica. Estábamos a punto de descubrir una de las cápsulas del tiempo más ricas de toda nuestra historia, o, mejor dicho, de toda nuestra prehistoria. Robert Broom descubriría el primer australopiteco del yacimiento, pero durante los años venideros se seguiría una larga lista de hallazgos paleoantropológicos. De hecho, coma ahora conocemos a Sterkfontein cómo el yacimiento más rico en fósiles de australopiteco de todo el mundo. Por desgracia el volumen de datos y la exactitud de los mismos pueden diferir y difieren. Cuando se trata de estimar la antigüedad de los fósiles hay estudios que los datan en dos millones de años de antigüedad. Los restos más antiguos, por lo que sabíamos hasta ahora coma debían rondar los 3 millones de años. Aquí es donde difieren los datos más recientes, porque el último estudio publicado, sugiere que los huesos más antiguos podrían tener (al menos) entre 3,4 y 3,6 millones de años de antigüedad.

Esta nueva información, que podría parecer poco más que una actualización del Trivial, plantea una solución a un problema que llevábamos años arrastrando. Algunas de las especies más jóvenes de homínidos, como Paranthropus y los primeros representantes del género Homo, están fechadas con entre 2,8 y dos millones de años de antigüedad. Si esto es cierto, estarían demasiado próximos en el tiempo a los restos de australopitecos del yacimiento de Sterkfontein. Esto significa, ahí está que los Paranthropus y Homos más antiguos De Sudáfrica habrían tenido que venir de otro lugar del continente, a un sitio donde la presencia de los australopitecos fuera anterior y por lo tanto hubiera dado tiempo a que evolucionaran en estas nuevas especies. Y ese es el cambio, porque si el nuevo estudio está en lo cierto y hay restos de australopitecos sudafricanos de 3,5 millones de años de antigüedad, puede que tenga sentido imaginar que Paranthropus y Homo evolucionaron en este lugar.

Lo cauto sería esperar a nuevos estudios que corroboren estas dataciones, pero tiene sentido empezar a preguntarse cuán plausible es este nuevo escenario. En este caso concreto lo que se ha datado no es el hueso, sino las rocas que parecen cerrar la cavidad que los enterraba. Para ellos se han medido isótopos como el del aluminio-26 y el berilio-10. Estas sustancias suelen estar presentes en los cuarzos bombardeados por rayos cósmicos de alta energía cerca de la superficie. Cuando las rocas quedan enterradas por suficiente material, estos isótopos dejan de producirse, y empiezan a reducir su proporción a medida que se desintegran. Conociendo la velocidad a la que ocurre este proceso, podemos estimar hace cuánto quedaron enterradas coma lo que en este caso nos indica en qué momento quedó sellada la gruta. Los australopitecos fallecidos en ella no pudieron haber entrado después del cierre, por lo que la datación dada es, en teoría, Bastante comedida, ya que podrían incrementarse algunos miles de años.

No obstante, la paleontología siempre juega con estos márgenes, ya que no podemos estar seguros de cuánto separa a nuestros fósiles más antiguos de los primeros representantes de su especie, qué tal vez no llegaron a fosilizar, o sí fosilizaron, pero no hemos hallado todavía. Nuestra historia se sigue reescribiendo, y así será durante mucho tiempo, hasta que consigamos ampliar nuestro conocimiento sobre el pasado de la humanidad.

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