Hallan restos de clorofila en conchas de bivalvos fósiles
El equipo científico del Museo del Jurásico de
Asturias (MUJA), formado por José Carlos García-Ramos y Laura Piñuela, colabora
en una investigación del Centro Nacional Instituto Geológico y Minero de España
sobre perforaciones microbianas fluorescentes en conchas de bivalvos
fosilizados en la que se ha empleado una técnica novedosa, la microscopía láser
confocal, que normalmente se emplea en biología y medicina. Esta técnica
consiste en incidir con un rayo láser de una longitud de onda determinada en
una superficie, que puede excitarse y emitir luz con otra longitud de onda,
mediante un fenómeno conocido como fluorescencia.
«Si somos capaces de medir la longitud de onda de la
fluorescencia, podremos acercarnos a la naturaleza de la sustancia
fluorescente», explican los investigadores, que han encontrado restos de
clorofila en las microperforaciones de las cianobacterias en las conchas
estudiadas de bivalvos del Pleistoceno de Ciudad Real y del Jurásico de
Asturias. El hallazgo se produce al utilizar la microscopia láser confocal, que
permite cuantificar la fluorescencia que emiten estas pequeñas perforaciones.
Según indican, «las conchas fósiles estudiadas tienen edades muy diferentes».
Los bivalvos de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) convivieron con el Homo
Sapiens del Paleolítico, mientras que los de Asturias lo hicieron en tiempos de
los dinosaurios.
En ambas conchas, las microperforaciones más
habituales son fluorescentes con los láseres de menor longitud de onda,
emitiendo en la región del azul-verde. Esto indica la presencia de restos de
pigmentos propios de las cianobacterias como el NADPH (Nicotinamida Adenina
Dinucleotido) o el FAD (Flavin Adenina Dinucleotido). «Aunque estas sustancias
son propias de muchas cianobacterias, sin duda, el pigmento más importante es
la clorofila; imprescindible a la hora de realizar la fotosíntesis», detallan.
Con un láser de mayor longitud de onda, la fluorescencia emitió en la zona del
rojo, característico de la clorofila. «Sorprendentemente, este pigmento se ha
conservado bien en las perforaciones de las conchas asturianas, mucho más
antiguas que las manchegas, donde apenas hay retazos del mismo», afirman.
El estudio abre vías de investigación de restos de
bacterias fotosintéticas antiguas en diferentes sustratos con una técnica útil
para localizar microperforaciones, caracterizarlas espectralmente y obtener las
sustancias responsables de la fluorescencia.
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