¿Cuánto costaría hacer un 'Parque Jurásico' en la vida real?

 

Tras la llegada de la exitosa Jurassic World: Dominion, la dinomania está de vuelta. La tercera secuela de Jurassic World (2015, Colin Trevorrow) ha conseguido que se despierte una fiebre renovada por la paleontología y los dinosaurios en los corazones y mentes de los espectadores, que parecen haber caído rendidos de nuevo a la ambrosía de bestias prehistóricas y terrores tecnológicos del universo cinematográfico basado en la novela de Michael Crichton. Pero, ¿podrían ser estos dinosaurios reales? ¿Podría existir un parque jurásico? ¿Sería viable económicamente una empresa así o sería plausible a nivel científico? Salvando los múltiples inconvenientes y las diferentes teorías y posibilidades que surgen ante esta idea, supongamos que sí y que hemos conseguido un buen número de inversores -¡gracias, Donald Gennaro!- para ponernos a trabajar. En Vandal Random nos adentramos en un mero ejercicio especulativo para el que, lógicamente, no hemos reparado en gastos.

Comencemos por lo básico. Queremos construir un parque de dinosaurios y exhibir a una serie de criaturas que llevan extintas millones de años. Si existiera una compañía o una iniciativa privada con el suficiente capital inicial para emprender tamaña empresa, primero debería tener en cuenta una serie de impedimentos e inconvenientes desde el punto de vista ético y científico. Revivir un ser extinto puede quedar bien desde el punto de vista conservacionista y ecologista, sobre todo porque podríamos garantizar la permanencia en la Tierra de un animal que ha desaparecido. El interés que generaría algo así sería indudable. Imaginad por un momento que se revive al dodo o se logra salvar de la aniquilación alguna especie de mamífero. Con todas sus consecuencias, beneficios e impactos negativos en términos de ecosistemas o equilibrios naturales varios. Pero, ¿tendría eso algún interés comercial? ¿Alguna aplicación económica que recuperase semejante inversión? Siendo francos, no. Revivir un dinosaurio del periodo Cretácico con fines recreativos, sí.Michael Crichton llegó a dejar patente en su novela que, aunque se fuese un científico con fines altruistas, había que pagar facturas. Y traer de vuelta una criatura desaparecida no es fácil ni mucho menos barato. En Parque jurásico los científicos de InGen devolvían a la vida a las más diversas especies de dinosaurios a través de complejas técnicas de ingeniería genética. Extrayendo sangre de los mosquitos atrapados en ámbar fosilizado, los expertos de la compañía de biotecnología recomponían el ADN del animal usando distintos métodos para completar los saltos en la secuencia. Por una parte, molían huesos y otros fósiles de diferentes especies de dinosaurios -y así obtener una base de datos del genoma para cada especie, algo útil para la identificación posterior- y por otra, conseguían ADN de otros animales actuales, como de anfibio o incluso otras aves, que usaban a modo de pegamento y ensambladores para los eslabones más incompletos o dañados por el paso del tiempo. Uno de los paleontólogos más reputados de la comunidad científica, el célebre Jack Horner, ha llegado a considerar esta posibilidad de forma seria varias veces en el pasado, augurando que tendríamos un dinosaurio vivo en menos de diez años.

Se trata de una teoría plausible, pero muy complicada, cara y con varias lagunas en su desarrollo -como que los elementos que componen el ADN como la adenina, la citosina, la guanina y la timina no se fosilizan y eso dificulta la extracción en muchos enteros-. En el caso de admitirla como viable, se necesitarían muchas toneladas de ámbar, huesos y lugares de excavación con un registro fósil amplio, así como con el más que obligatorio concierto con distintos museos alrededor del globo para una estrecha colaboración. Esto supondría una inversión inicial de millones de dólares en lugares como República Dominicana, México, Colombia o Rusia, siendo los países del este de Europa más propios para la extracción potencial de piezas con posibles restos de ADN de dinosaurio por conveniencia de periodos geológicos. El ‘hard rock mining’ del ámbar es barato en comparación al oro o la plata, pero sigue siendo caro. Suponiendo que tengamos el material de base, a esta enorme cantidad de dinero en excavaciones y minas hay que sumarle el gasto de los secuenciadores de ADN.En los años 90, cuando se comenzó a trabajar en el Proyecto Genoma Humano, se necesitó casi una década para secuenciar todo el ADN del hombre al completo, calculándose el coste total de la investigación en unos 2700 millones de dólares. Con el avance de la tecnología los secuenciadores han descendido en coste y tamaño, aumentando su eficiencia y velocidad, pasando ahora a costar menos de 1000 dólares algunos de los más básicos. El modelo MiniON puede secuenciar todo el genoma humano a una velocidad de entre 5 y 10GB -unos millones de pares de bases- al día. No es una operación fácil ni del todo exacta, y a veces las llamadas lecturas ultra largas tienen errores en el proceso de costura al encontrar puntos de coincidencias en el ADN. En cualquier caso, lo que costaba miles de dólares y requería de grandes habitaciones e instalaciones hace apenas unas décadas, a día de hoy tiene el mismo valor monetario y ocupa lo mismo que un smartphone de gama alta.

Bien, ya tenemos y hemos extraído material genético de dinosaurio y está perfectamente secuenciado. Con las instrucciones de la vida en nuestras manos, debemos comenzar a buscar la manera de darle forma y traerla a la realidad. Y una vez más, pese a los avances, no es barato. A día de hoy hay empresas que te permiten clonar a una mascota o animal de compañía por cantidades que van desde los 20.000 a los 50.000 dólares. Es una técnica complicada, claro está, pero estamos hablando de recrear a nuestro querido Puppy con un manual de instrucciones y un tutorial de YouTube de apoyo extra en caso de duda. Conseguir que un triceratops ande y respire es otra cosa. Según varios estudios, y centrándonos en la reinserción de un pájaro extinto -que tiene mucho en común con los dinosaurios- estaríamos hablando de un coste medio de entre 300.000 y 500.000 dólares por animal y proceso, a lo que habría que sumar costes adicionales en la gestación. En la novela de Michael Crichton, InGen solucionaba este problema al comprar la patente de un tipo de plástico poroso similar a la composición de los huevos de dinosaurios para incubar a los animales, que mantenía con vida a los embriones en su interior gracias a un líquido amniótico también artificial. De esta forma, se ahorraban interrumpir en muchos casos la mitosis celular de huevos de avestruz o emú con potentes toxinas y venenos, tal y como se veían en la película, dando como resultado un proceso más controlado. “

El proceso de devolver un dinosaurio a la vida sería muy costoso y lento; en las novelas se diseñó una fábrica de dinosaurios en una isla secundaria

Sin tener en cuenta las temperaturas de incubación de estos huevos, a veces los animales perecían o morían a los pocos días, horas o minutos de nacer. O en algunos casos, presentaban incluso malformaciones. La vida no es un proceso exacto, y como Hammond y el genetista jefe de IngGen Henry Wu previeron, la única manera de obtener resultados y minimizar los errores o divergencias en este proceso de clonación es haciéndolo a lo grande. Manufacturando dinosaurios a gran escala. Una vez se tiene una versión o producto biológico aceptable -un dinosaurio que digamos se parece y se comporta como esperamos que se comporte un dinosaurio-, se gana tiempo y dinero, y sus instrucciones, pasan a ser el modelo a seguir para futuras hornadas y oleadas de producción. Un prototipo sobre el que trabajar. Ya tenemos a nuestro dinosaurio. ¿Y ahora qué?

Michel Crichton resolvió esto con dos grandes islas: Isla Nublar e Isla Sorna. La primera acogía al parque temático, diseñado para los turistas y visitantes y lugar en el que se mostraban a los dinosaurios ya adultos en sus propios espacios y reservas. La segunda, Isla Sorna, era poco menos que una gran fábrica oculta, alejada de los ojos de los inversores y medios. En ella se creaban y producían a los dinosaurios a gran escala, criándolos en régimen de semi-libertad. Ambas reservas, una alquilada al gobierno de Costa Rica y la otra comprada a una empresa de extracción de minerales alemana, cubrían más de 43.000 acres de tierra, un espacio ingente para poder permitir que los animales pudieran deambular por sus tropicales ambientes. A día de hoy existe una gran pasión por comprar y alquilar islas en ambientes cercanos a la idea de paraíso, así que es cuestión de ponerse a buscar.

Tenemos pequeños archipiélagos en venta en las Bahamas, con superficies de terrenos considerables como en el caso de las Islas Exuma -que incluso tiene una pista de aterrizaje- por 46 millones de euros, o el islote de Bird Cay por bastante menos, todo un santuario de aves exóticas y escenario de algunas fiestas privadas por parte de varios actores y actrices de Hollywood. Otra opción inteligente, en Centroamérica, sería Playa Organica, una enorme isla de más de 1600 acres de tierra practicables que se vende por 38 millones de euros. También tenemos la Isla Tojo Una Una, en Indonesia, con más de 3500 acres y un precio reservado -algo que indica que no será barata-. A la hora de elegir un terreno en el que afincar nuestro parque jurásico y su más que posible fábrica de dinosaurios cercana, hay que tener en cuenta algo más que el tamaño o la extensión del terreno.

Un hipotético parque jurásico tendría que tener mucho espacio para animales e instalaciones, buena comunicación y un emplazamiento único

¿Es mejor un clima como el que puede ofrecernos el Mediterráneo? ¿Es mejor localizar nuestro parque en el Pacífico? Bueno, teniendo en cuenta que vamos a criar animales extintos que se desenvolvían en un clima y una atmósfera distinta a la nuestra, no hay una respuesta exacta. Un entorno tropical quizás sea más acertado, pero siempre hay que tener en cuenta elementos externos, como tormentas y otros fenómenos meteorológicos -¡Por qué no lo construí en Florida!-, que pueden servir como alicientes o contras para la ubicación de la isla que queremos explotar comercialmente.

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