Sobrevive perdido 438 días en el mar pensando en sexo y comida
Cuando José Salvador Alvarenga salió con su barco en septiembre del año 2012 no sabía que le esperaba una travesía trágica. Una tormenta provocó que se perdiera en el mar y no fuera rescatado hasta enero del año 2014. En ese tiempo su compañero de desventuras murió, pero él pudo mantener la cordura con dos pensamientos básicos en su imaginación: sexo y comida.
La historia de José Salvador empieza con una
sencilla salida en barco por el océano Pacífico, según ha explicado el escritor
Jonathan Franklin, autor del libro que relata los hechos (438 días). En aquella
ocasión, José cambio de compañero de viaje porque su habitual camarada no podía
acudir y marchó con un joven inexperto de 22 años llamado Ezequiel Córdoba.
Se suponía que iban a pasar un par de días de pesca
cuando una tormenta arrastró su embarcación, perdió sus remos (no tenía motor)
y quedaron a merced de corrientes y mareas. Durante el tiempo aislados en el
agua se alimentaron de tortugas (fuentes de vitamina B claves para evitar el
escorbuto), pequeños tiburones y pájaros, aunque la falta de lluvias hizo que
casi murieran de sed. Tuvieron que beber su propia orina para sobrevivir y
Alvarenga recogió más de 700 botellas de plástico del mar para ir recogiendo
agua dulce de la lluvia.
Desgraciadamente para su compañero, un ingrediente
del menú resultó fatal porque comió un ave envenenada y por culpa de la
intoxicación Ezequiel perdió la vida.
Solo en mitad del océano, José tuvo mucho tiempo
para pensar. Pudo haber perdido la cabeza porque además podía ver con
frecuencia aviones que volaban en las rutas comerciales por encima de su cabeza
pero que no podían distinguirle en el agua (el barco era blanquiazul y apenas
medía 7 metros de eslora). Tampoco aquellos turistas que volaban a miles de
pies de altura sabían que en el océano había un hombre que necesitaba ser
rescatado.
Para no volverse loco, el salvadoreño tuvo que
recurrir a la imaginación más atractiva. "Alvarenga se imaginaba que
caminaba por la playa y veía alguna chica con la que siempre había flirteado.
Era una realidad alternativa para mantenerse vivo", ha explicado el autor
del libro sobre las confesiones de José. "Las mejores comidas de toda mi
vida han sido esas imaginarias en el mar. El mejor sexo que he tenido en mi
vida fue el sexo imaginario", reprodujo Jonathan Franklin sobre la
explicación del superviviente.
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