El pez que vaticina los terremotos
El pez remo nunca es bien recibido. Esta criatura de
aguas profundas que vive a profundidades de 250 a 1.000 metros es el pez óseo
más largo del mundo, pudiendo llegar hasta 11 metros de longitud y 200 kilos de
peso. En Japón, esta especie se cree que es el sirviente o mensajero del rey
dragón, el gobernante del mar.
Y es que existe la creencia generalizada de que
docenas de ejemplares de esta especie aparecieron en las costas de Japón unos
meses antes del tsunami que provocó el desastre de Fukushima. Esto generó
cierta controversia sobre la supuesta conexión entre los avistamientos y los
terremotos.
Años más tarde, un espécimen fue arrastrado a la
tierra a lo largo de la costa de Santa Mónica y, además, se encontraron dos
especímenes muertos en las costas de la isla Santa Catalina. En todos estos
episodios cabe destacar que hubo episodios sísmicos en las mismas fechas, lo
que llevó a vincular la presencia de este animal con el riesgo de temblores.
Por si esto fuera poco, también se dejó ver en una
playa de México antes del terremoto de 7,5 en el año 2020 o en el de Panamá de
6,5 en 2021. En la cultura japonesa, se considera que los avistamientos del pez
remo se deben a que tienen una salud débil o a que hay próximo un terremoto,
tsunami, inundaciones o huracanes.
Al ser un animal de 200 kilos que nada en grandes
profundidades, sólo sale a la superficie si está enfermo, a punto de morir o
parra anunciar un suceso negativo. Los japoneses creen, además, que la persona
que se tope con él quedará maldito.
Este superpoder que se le atribuye es lo que más
divide a los científicos, debido a que mientras algunos han probado con
evidencias reales que los vínculos con la anticipación de temblores apenas se
sostienen, otros aseguran que su conexión con las profundidades le puede hacer
detectar movimientos en las placas.
Su forma es parecida a una cinta, con una aleta
dorsal a lo largo de toda su longitud, partiendo de entre los ojos hasta la
punta de su cola. Los radios de las aletas son pequeños y pueden tener hasta
400 o más. Sus aletas pectorales y pélvicas son casi adyacentes.
Tiene un aspecto curioso y fácilmente reconocible,
similar al de una cinta, aunque a lo grande. No posee escamas, por lo que su
piel es viscosa y plateada. Destaca la mandíbula protráctil típica de los
Lampriformes con dientes potentes que le permite masticar desde pequeños peces
hasta crustáceos y calamares.
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