Así es el sonido que aún percibimos del Big Bang
Tras 15 años recopilando datos mediante los mayores radiotelescopios del mundo (y empleando un observatorio virtual del tamaño de nuestra galaxia), los investigadores del Observatorio de Nanohercios de Ondas Gravitacionales de América del Norte (NANOGrav) han dado a conocer un hallazgo impresionante: la detección de un fondo cósmico (un murmullo milagrosamente perceptible) de ondas gravitacionales asociadas a los eventos más violentos del universo.
Han averiguado cómo ver la pantalla del cosmos en la
que tuvieron lugar acontecimientos de tal dimensión, que hasta hoy ni siquiera
en la mitología han sido narrados.
Según los autores del estudio, estas ondas sutiles a
nuestros oídos tecnológicos pudieron originarse por la fusión de agujeros
negros supermasivos (con masas de hasta miles de millones de veces la de
nuestro Sol) cuando comenzaron a girar rápidamente unos alrededor de los otros.
Otra hipótesis sugiere su formación durante el período de inflación del
universo, unos mil millones de años después del Big Bang.
Los púlsares son relojes astrofísicos
extraordinariamente precisos y sirven como peculiares metrónomos cósmicos. Son
remanentes de estrellas muertas que giran a gran velocidad emitiendo un pulso
de radio en cada giro. Al girar tan rápidamente (y situarse en nuestra línea de
visión), un observador en la Tierra percibe un haz que se repite miles de veces
por segundo, permitiendo medir el tiempo con una precisión mayor que la de un
reloj atómico.
Las ondas gravitacionales, predichas por Einstein
hace 100 años, son perturbaciones del espacio-tiempo, parecidas a las ondas de
agua en la superficie de un estanque, que se propagan a la velocidad de la luz.
Aunque están relacionadas con fenómenos extremadamente violentos en el universo
(como la fusión de agujeros negros), la señal que llega a nosotros es muy tenue
y hasta el año 2015 no se detectaron (lo que supuso un hallazgo histórico y un
Premio Nobel).
En aquel año crucial para la astrofísica, los
detectores de ondas gravitacionales LIGO (Estados Unidos) y Virgo (Europa)
revolucionaron la forma de ver el universo: registraron una señal de menos de
un segundo procedente de la colisión entre dos agujeros negros (con una masa
diez veces superior a la del Sol).
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