Este sorprendente descubrimiento pone patas arriba todo lo que sabíamos de las tortugas
Este macho salvaje de tortuga de río
centroamericana, capturado para su liberación en Belice, fue liberado
inmediatamente. Esta especie en peligro crítico de extinción es codiciada como
manjar culinario.
Remando en canoa por un turbio río de Belice al
amanecer, Don McKnight y Jaren Serano escucharon el sonido de la tortuga de río
centroamericana, conocida localmente como hicatee.
Un hidrófono colocado en el agua detectó los
movimientos de los reptiles, que llevaban transmisores sónicos adheridos al
caparazón.
Los resultados les sorprendieron: las tortugas
nadaban juntas por el río y, en algunos casos, no se separaban ni un metro de
sus congéneres. "Era como seguir a un grupo de ballenas", dice
McKnight, ecólogo de la Universidad LaTrobe de Australia y del Laboratorio de Ecología
de Tortugas de Belice.
Estas tortugas sociales podrían dar un giro drástico
acerca de lo que pensamos de los animales supuestamente solitarios, afirma.
Antes se pensaba que las tortugas se reunían cuando buscaban el mismo recurso,
como una roca soleada, pero en general no interactuaban entre sí.
En la investigación reciente, sin embargo, las
tortugas parecían buscar compañía. "Fue muy agradable de ver", dice
Serano, estudiante de máster en el Departamento de Ecología y Conservación de
la Vida Salvaje de la Universidad de Florida (Estados Unidos).
Es más, el estudio de los científicos, publicado
esta semana en la revista Animal Behaviour, puede ayudar a los
conservacionistas a proteger esta especie en peligro crítico, que ha disminuido
en toda su área de distribución de Belice, México y Guatemala. No existen
estimaciones sólidas de la población de este reptil tan cazado furtivamente,
pero su número podría ser de tan sólo 10 000 ejemplares.
Los hicatees suelen venderse en el mercado negro por
su carne, considerada un manjar en Centroamérica.
"Belice sigue siendo el último bastión de la
especie, aunque si continúa la caza furtiva para obtener carne y huevos más
allá del consumo doméstico, [podría extinguirse] en los próximos 30 años",
afirma Venetia S. Briggs-Gonzalez, ecóloga especializada en fauna salvaje de la
Universidad de Florida que no participa en la investigación.
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