La enorme explosión del volcán Hunga Tonga ensanchó el agujero de la capa de ozono hasta niveles críticos

 

Cinco días después de que el volcán submarino Hunga-Tonga erupcionara de forma masiva en el Pacífico Sur, la investigadora Stephanie Evan empezó a lanzar diariamente globos meteorológicos desde la isla Reunión, en el Índico. Su objetivo era medir antes de lo que nunca se había hecho los niveles estratosféricos de aerosoles, vapor de agua, dióxido de azufre y ozono en la columna volcánica. Sabía el potencial de los volcanes para modificar la composición de la estratosfera y los datos obtenidos se lo han confirmado. En solo una semana, el ozono sobre el Pacífico suroccidental y el Océano Índico disminuyó en un 5%, según su estudio, publicado este jueves en 'Science'. «Hasta donde sabemos, esta es la primera vez que se observa una disminución tan rápida del ozono en la atmósfera superior tropical», dice Evan por email.

El estudio se centra en una región muy específica, pero a medida que la nube volcánica se ha ido dispersando por el planeta, los científicos han comenzado a sospechar de su influencia en otros procesos, como el cambio que ha sufrido el agujero de la capa de ozono este año sobre el Polo Sur.

Desde que el mundo se comprometió en 1987 a proteger la capa de ozono, esta se ha ido recuperando lentamente. Dentro de su variabilidad natural entre años, el agujero presenta una tendencia a la disminución. Pero este año el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida es uno de los más grandes jamás registrados.

No solo se ha desarrollado antes que otros años, en el mes de julio en vez de agosto, sino que alcanzó un tamaño de 26 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente tres veces el tamaño de Brasil, a mediados de septiembre. Y tanto la agencia europea Copernicus como la Agencia Espacial Europea sospechan que detrás está el efecto del volcán Hunga Tonga.

Los científicos han estado estudiando los efectos de la megaerupción volcánica desde que el Hunga Tonga sorprendió en enero de 2022 con una explosión más potente que 100 bombas atómicas como la de Hiroshima. También lanzó una columna de ceniza y humo que superó los 50 km de altura, la de mayor dimensión vista en la era de los satélites. Pero, sobre todo, inyectó una cifra masiva de vapor de agua en la estratosfera: el equivalente al 10% de la cantidad que normalmente hay. Se podrían haber llenado 58.000 piscinas olímpicas.

«La erupción inyectó una gran cantidad de vapor de agua en la estratosfera, que solo llegó a las regiones del polo sur después del final del agujero de ozono de 2022», apunta Antje Inness, científica senior del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS), en un comunicado. Inicialmente, tras no ver cambios en el primer año tras la erupción, agencias como la NASA descartaron la influencia del Hunga Tonga en el agujero de la capa de ozono.

Ahora el proceso sigue en investigación, y todo apunta a que el vapor de agua podría haber provocado una mayor formación de nubes estratosféricas polares, donde los clorofluorocarbonos (CFC) -los gases dañinos que antiguamente se encontraban en productos como frigoríficos y frascos con aerosoles- pueden reaccionar en lo alto de la atmósfera y acelerar el agotamiento de la capa de ozono, apunta Copernicus. La presencia de mayor vapor de agua también puede contribuir al enfriamiento de la estratosfera antártica, mejorando aun más la formación de estas nubes estratosféricas polares y dando como resultado un vórtice polar más robusto.

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