Nuevos fósiles ponen en evidencia que los silesáuridos no eran dinosaurios
Un conjunto de fósiles rescatados en el estado de Rio Grande do Sul, en el extremo sur de Brasil, le imprime una nueva capa de complejidad al estudio de la historia evolutiva de los silesáuridos, un linaje de animales dinosauromorfos (los dinosaurios y sus parientes cercanos) que vivieron hace aproximadamente entre 247 millones y 208 millones de años, durante el período Triásico.
En un estudio publicado en el Journal of Vertebrate
Paleontology, científicos de Brasil y de Estados Unidos muestran que, aun con
los nuevos fósiles, sigue haciéndose difícil determinar en dónde se encuadran
dichos animales en la línea evolutiva de los dinosaurios.
Los referidos restos fósiles fueron hallados en el
año 2014 en un yacimiento llamado Waldsanga, en Río Grande do Sul, que forma
parte de la formación Santa Maria, uno de los cuerpos rocosos más ricos en
fósiles de Brasil. Los huesos corresponden a más de un ejemplar, lo que suscita
una cierta incertidumbre acerca de si habrían pertenecido a una sola especie,
aunque las evidencias así lo indican. Antes que nada, estos restos fósiles
constituyen un importante registro referente a los animales que vivieron en ese
lugar durante el período Triásico.
Se trata de la cuarta especie de silesáuridos
hallada en Brasil, y la segunda de la edad Carniense, hace entre 237 millones y
227 millones de años. Y se la conoce por las siglas UFSM 11579, toda vez que el
material óseo se encuentra depositado en el Laboratorio de Estratigrafía y
Paleobiología de la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM).
“Al insertar
las características del espécimen en diversas filogenias [historias evolutivas]
del grupo, se mantuvo como una cuestión abierta si los silesáuridos eran
dinosaurios o sus parientes cercanos. De todas maneras, las evidencias
anatómicas y filogenéticas validan los nuevos hallazgos como pertenecientes al
linaje de los silesáuridos, aunque no clasificados como una nueva especie”
comenta Gabriel Mestriner, primer autor del estudio, realizado como parte de su
doctorado en la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de Ribeirão Preto de
la Universidad de São Paulo (FFCLRP-USP) con beca de la FAPESP.
“Por tratarse de un material desarticulado, y
teniendo en cuenta lo inestable contexto evolutivo del grupo, arribamos a la
conclusión de que, en ese caso, el agregado de una especie más no haría sino
agravar una problemática ya existente en lugar de aportar soluciones”, añade.
Los silesáuridos eran animales mayoritariamente
cuadrúpedos que medían entre uno y tres metros de longitud. Tenían largas patas
traseras, mientras que sus patas delanteras eran delgadas. Existen registros de
su existencia en los territorios que actualmente constituyen América del Sur,
América del Norte, África y Europa. La primera especie, Silesaurus opolensis,
fue descrita en 2003 con base en fósiles desenterrados en Silesia, Polonia. De
allí el nombre de la especie que le dio origen al grupo.
“Esa primera
especie descrita es la que posee el esqueleto más completo, aparte que son
varios ejemplares los que sirven de referencia. Desde ese entonces, las otras
alrededor de diez especies se describieron con base en un material más
fragmentado”, comenta Júlio Marsola, coautor del estudio, quien llevó a cabo
una parte de su posdoctorado en la FFCLRP-USP con beca de la FAPESP. Marsola es
en la actualidad docente de la Universidad Tecnológica Federal de Paraná
(UTFPR), en la misma región sur de Brasil, en la ciudad de Dois Vizinhos.
El referido trabajo integra el proyecto intitulado
“Exploración de la diversidad de los dinosaurios del Cretácico Sudamericano y
sus faunas asociadas”, apoyado por la FAPESP y coordinado por Max Langer,
docente de la FFCLRP-USP y director del estudio publicado ahora.
“Si bien
muchas especies han sido descritas con base en pocos huesos, el problema mayor
de este grupo no es la falta de material. Eran animales con una anatomía
ambigua, con partes de sus esqueletos similares a las de los dinosaurios y
otras no tanto. Por eso se hace difícil definir su parentesco”, explica Langer.
En otro estudio, publicado en 2021, los
investigadores ahondaron en la compresión de una característica que suministró
nuevas evidencias sobre el parentesco de los silesáuridos. Al analizar los
dientes de cuatro especies, incluso de especímenes del fósil ahora descrito, el
grupo observó que en general la implantación dentaria de los silesáuridos
estaba fusionada en el hueso. Por ende, no había una capa de ligamento (un
tejido blando) entre el hueso alveolar y los dientes, tal como en los
dinosaurios y en los actuales cocodrilos.
“Pero al mismo tiempo, algunos de los dientes
analizados exhibieron una configuración más cercana a la de los dinosaurios y
los cocodrilos, como si los silesáuridos estuviesen yendo evolutivamente en esa
dirección y representando así un estadio intermedio entre la condición
ancestral [dientes fusionados] y la condición derivada [dientes sostenidos por
ligamentos]”, explica Mestriner, quien realizó este trabajo durante su maestría
en la FFCLRP-USP, con una pasantía en el Virginia Tech (Estados Unidos) y en la
Universidad de Alberta (Canadá).
La nueva configuración puede verse en los dientes de
los mamíferos, incluso en los propios humanos, y se la considera como una
importante ventaja evolutiva con relación a nuestros ancestros no mamíferos,
toda vez que el complejo de ligamentos funciona como un sistema de
amortiguación que ayuda a reducir el impacto mecánico que se produce al morder
un alimento duro, por ejemplo.
Con todo, la información de la implantación dentaria
no fue suficiente como para diferenciar a los silesáuridos con relación otros
dinosauromorfos. Pero los aleja un poco más de los dinosaurios, lo cual vuelve
más probable que constituyan un linaje de animales muy cercano, sin ser
estrictamente dinosaurios.
Para Langer, quien coordinó los estudios, más
importante que seguir nombrando nuevas especies es entender la historia
evolutiva de los grupos. Esto puede hacerse con base en los datos existentes,
tales como los fósiles depositados en los museos.
“Necesitamos estudios filogenéticos con un mayor
nivel de detalles. Investigadores que se aboquen a estudiar las colecciones,
que estudien todos los fósiles de aquel grupo y que encuentren características
que indiquen parentescos dentro del grupo o entre grupos. Los bancos de datos
existentes actualmente están elaborados con base en esos estudios, que
escasean. Es un trabajo duro, pero, si no, no es posible avanzar”, culmina
diciendo el investigador.
..
Comentarios
Publicar un comentario