El día que los homínidos se pusieron de pie
Un análisis exhaustivo del cráneo fosilizado de un
primate conocido como Lufengpithecus ofrece nuevas pistas acerca del origen del
bipedismo. Esta especie, que habitó la actual China hace 10 millones de años
pesaba aproximadamente 50 kilogramos y mostraba un claro dimorfismo sexual, es
decir, que machos y hembras presentaban rasgos claramente distintos. Para poder
desvelar la información que contenían los cráneos sin destruir las muestras,
los investigadores emplearon una técnica conocida como tomografía
computarizada. La técnica permitió analizar los canales semicirculares de la
intrincada estructuradel oído interno conocida como caracol, necesaria para el
equilibrio. Los investigadores sugieren que seguir investigando estas
estructuras podría ayudar a comprender la evolución en el movimiento de los
primates.
Hace 10 millones de años la provincia de Yunnan era
muy distinta a como es ahora. O al menos para el ojo experto. En la actualidad,
esta provincia cuenta con frondosos bosques que sirven de refugio para la
biodiversidad y ofrecen un oasis de naturaleza a los pies del Himalaya. Los
ríos Yangtzé, Mezong y Salween ofrecen sus cristalinas aguas glaciares para
regar las grandes zonas de pasto y los campos de cultivo de los agricultores
locales; y las imponentes agujas de las pagodas de los templos adornan un
paisaje dominado por el verde y el azul. Durante el mioceno, la mano humana no
había alterado el terreno y los bosques subtropicales ocupaban, probablemente,
cada rincón del paisaje.
En esta época, un primate pongino probablemente se
desplazaría entre los robles y los alisos en busca de alimento y refugio de
depredadores como el Longchuansmilus, una especie de tigre dientes de sable. El
Lufengpithecus, como se conocía este primate, era principalmente herbívoro y,
como muestra la forma de su mandíbula, el principal componente de su dieta era,
probablemente, hojas y bayas blandas, aunque esto último es todavía objeto de
debate. En general, esta especie de primate era más parecida a los grandes
simios y a los homínidos que a los monos.
Para entender cómo se relacionaba con el medio, los
investigadores han realizado una tomografía computarizada del cráneo con la que
observar los restos del oído interno. En uno de los cráneos la estructura se
encontraba excepcionalmente bien conservada, lo que ha permitido distinguir las
partes que están relacionadas con el equilibrio, los canales semicirculares.
En los humanos actuales, el equilibrio funciona
gracias al desplazamiento de líquido por estos canales. El líquido, al entrar
en contacto con una parte u otra del canal, trasmite ciertas señales al cerebro
para indicarle la posición en la que se encuentra la cabeza. Por este motivo,
cuando movemos la cabeza bruscamente o cuando giramos rápidamente sobre nuestro
eje perdemos el equilibrio. El líquido, que tiene una alta viscosidad, no puede
desplazarse a la posición adecuada dentro del oído interno, lo que confunde al
cerebro y le provoca esa sensación de mareo.
Tres vistas diferentes del oído interno reconstruido
de Lufengpithecus.Tres vistas diferentes del oído interno reconstruido de
Lufengpithecus.Yinan ZhangInstituto de Paleontología de Vertebrados y
Paleoantropología, Academia China de Ciencias
El desplazamiento rápido entre las ramas de los
árboles provoca cambios bruscos en la posición de la cabeza, por lo que la
estructura que permite el equilibrio es clave para la supervivencia de la
especie. De este modo, al comparar los canales auditivos de estos primates con
otros restos de homínidos que tienen una estructura ósea compatible con el
bipedismo pueden comprender si pasaba la mayor parte del tiempo en el suelo o
en los árboles. Este tipo de estudios, además, permiten obtener una nueva
herramienta para estudiar la evolución de la postura humana.
Según afirman los investigadores, el descenso de las
temperaturas que ocurrió hace unos 3,2 millones de años favoreció el bipedismo.
Este enfriamiento provocó el aumento de las capas de hielo en el hemisferio
norte y un cambio en la vegetación, que afectó al modo de vida de los primates.
Este cambio enel modo de vida se ve reflejado en un engrosamiento de la
estructura del oído interno, lo que puede asociarse con cambios en la postura
habitual, como se observa en el Lufengpithecus y, posteriormente y de forma
mucho más marcada, en el Australopithecus.
Según indica Terry Harrison, antropólogo de la
Universidad de Nueva York, en la actualidad hay 3 puntos clave para la
evolución del bipedismo. Primero, los homínidos se desplazarían como los
actuales gibones, colgándose de rama en rama. Sin embargo, el último antepasado
común entre los simios y los humanos exhibiría un desplazamiento similar al del
Lufengpithecus. Este era capaz de trepar, caminaría de pie en los árboles y a
cuatro patas en el suelo. Finalmente, con la desaparición de los bosques,
evolucionó el bipedismo humano. Sea como fuere, este estudio permite colocar
una pequeña pieza más en el complejísimo puzle que es la evolución. Una pieza
clave, ya que erguirse sobre las patas traseras permitió liberar las delanteras
y, gracias a la imaginación, comenzar a cambiar el mundo.
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