Intentarán salvar el último glaciar de Venezuela con un manto plástico
Roca desnuda y un pequeño trozo de hielo es todo lo
que queda del que fue el último glaciar de Venezuela, arrasado por el cambio
climático y al que el gobierno quiere “salvar” con mantas geotérmicas, pese a
la opinión contraria de los expertos
Si bien el retroceso glaciar es mundial, Venezuela,
en pleno trópico, es el primer país de la cordillera de Los Andes -que se
extiende por Colombia, Perú, Bolivia, Argentina y Chile-, en perder la
totalidad de sus cinco glaciares, que sumaban unas mil hectáreas de hielo hace
poco más de un siglo.
“En Venezuela ya no hay glaciares, lo que tenemos en
un pedazo de hielo con 0.4 por ciento de su extensión original”, explica a la
AFP Julio César Centeno, profesor universitario y asesor de la Conferencia de
Naciones Unidas para Medio Ambiente y Desarrollo (UNCED).
Y su desaparición es “irreversible”, asegura.
A pesar de esta rotunda afirmación, el gobierno
venezolano informó en diciembre pasado de un plan para revertir el deshielo con
mallas térmicas de polipropileno diseñadas para mitigar la incidencia de los
rayos solares en superficies.
El plan replica una técnica aplicada desde hace más
de 20 años en países como Austria, Italia, Francia, Suiza, Alemania, China,
Rusia y Chile. En la mayoría de los casos, para proteger pistas de esquiar.
“Permite de alguna forma mantener la temperatura de
la zona y evitar que se termine de derretir todo el glaciar”, dijo en diciembre
Jehyson Guzman, gobernador de Mérida (oeste), estado donde estaban los únicos
glaciares del país.
El plan busca “salvar los glaciares de Mérida”,
indicó, por su parte, el presidente Nicolás Maduro.
El proyecto despierta escepticismo entre
especialistas de la Universidad de Los Andes (ULA), que insisten en que La
Corona, en el pico Humboldt, el segundo más alto de Venezuela con 4 mil 916
metros, dejó de ser un glaciar pues le quedan apenas dos hectáreas de las 450
que se extendían hasta el vecino pico Bonpland.
Según estándares internacionales, un glaciar debe
medir mínimo 10 hectáreas (0,1 km2). Antes de La Corona, desaparecieron
glaciares en los picos El León, La Concha, El Toro y Bolívar, por lo que no
queda casi nada de las “cinco águilas blancas” de Mérida.
Se está “protegiendo” a un glaciar que ya no existe,
insiste Julio César Centeno. “Es una cosa ilusoria, una alucinación, es
completamente absurdo”.
Centeno y otros científicos pedirán a la corte
suprema que suspenda el proyecto, que aseguran carece de un estudio de impacto
ambiental y no fue objeto de una consulta pública, como establece la ley.
Alerta, además, de un impacto medioambiental a
medida que ese manto se degrade por la radiación solar y la lluvia.
“Esos microplásticos son prácticamente invisibles,
caen en el suelo y de allí pasan a cultivos, lagunas, al aire. Entonces la
gente va a terminar comiendo y respirando eso”, advierte.
Enrique La Marca, herpetólogo y ecólogo tropical,
teme que el cobertor obstruya el proceso biológico de especies que han venido
colonizando la roca, como musgos y líquenes.
“Cuando se coloca un manto de esa naturaleza, está
obstruyendo un proceso biológico natural que estaba ocurriendo; si le colocan
unos plásticos, esa vida va a morir”, subraya el también coordinador del
proyecto editorial ‘Donde Venezuela toca el cielo’, sobre las montañas más
altas de Venezuela.
Los 35 rollos de manto -de 2.75 metros de ancho por
80 de largo cada uno- fueron llevados a la montaña en helicópteros militares.
No está claro cuando serán instalados.
“Está muy
pequeñito”
Las estimaciones más optimistas le dan a este “trozo
de hielo de cuatro a cinco años”, indica La Marca, vinculado desde hace tres
décadas a investigaciones sobre cambio climático.
Otros cálculos no le dan más de dos años.
“Es un remanente de hielo”, asegura la física de la
ULA Alejandra Melfo, investigadora asociada del proyecto Último Glaciar, que
volvió en diciembre de 2023 tras cuatro años sin subir al pico.
“Está muy pequeñito”, describe Melfo, que estudia
nuevas formas de vida en el lugar.
La desaparición del glaciar afectará igualmente el
turismo de montaña pues la mayoría escalaba el Humboldt por el glaciar, indica
la ingeniera forestal y montañista Susana Rodríguez.
“Ahora todo es roca, y lo que queda está tan deteriorado
que es riesgoso pisarlo, hay grietas”, lamenta.
“¿Será la última vez que lo vimos?”, se pregunta,
resignada, Rodríguez.
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