Un haz de protones de alta energía podría conectarnos con Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sol
Este año, la emblemática sonda Voyager 1 ha sido
noticia primero por perder el contacto y luego por haberlo restablecido gracias
a unas reparaciones cuidadosas e increíblemente largas. Desde fuera (y quizá
desde dentro), parece un milagro. Después de todo, la Voyager 1 está
aproximadamente a algo menos de 24.500 millones de kilómetros de la Tierra. Eso
es más de cinco veces la distancia de la Tierra a Neptuno. Es una distancia
casi insondable.
Pero sigue estando unas 1.600 veces más cerca de
nosotros que la estrella no solar más cercana, Próxima Centauri (PC). Podría
ser que el sistema PC fuera el mejor candidato de la humanidad para la
verdadera habitabilidad de un segundo planeta, lo que lo ha convertido en
objeto de interés durante décadas. Pero a 40 billones de kilómetros de
distancia, está más que un poco fuera de nuestro alcance actual. Después de
todo, las Voyager tardaron 50 años en llegar tan lejos.
Así que, para poder sondear alguna vez Próxima
Centauri y su puñado de exoplanetas, necesitamos un nuevo paradigma de
propulsión de naves. Y como una sonda es muy pequeña -la Voyager pesa unos
1.500 kilos, frente a los dos millones de kilos del transbordador espacial en
el momento del despegue-, podría ser una buena forma de experimentar con ideas
de propulsión interplanetaria e interestelar.
En 2018, el grupo experimental NASA Innovative
Advanced Concepts (NIAC) de la NASA publicó un informe del científico Chris
Limbach sobre un sistema de propulsión por haz de protones. El haz de protones
propuesto se llama PROCSIMA: Photon-paRticle Optically Coupled Soliton
Interstellar Mission Accelerator.
Un haz de protones puede parecer descabellado
comparado con la batería nuclear que alimenta la Voyager 1, que suena bastante
rutinaria. Por supuesto, cuando las naves Voyager se estaban construyendo en
los años 70, eso también era bastante "lejano", pero funcionaba. Y
aunque sigue siendo teórico, el haz también tiene ventajas muy basadas en la
vida real. "Los conceptos de rayo son únicos en el sentido de que su
capacidad de propulsión deriva principalmente de la separación de los
subsistemas de potencia y propulsión de la propia nave espacial", escribió
Limbach, "liberando así la dinámica de propulsión de la ecuación del
cohete".
En otras palabras, todo el trabajo de propulsión se
realiza en la Tierra, donde se encuentra el haz de protones. Como resultado,
los cálculos en torno a la propia nave espacial sonda se vuelven menos
complejos. Piensa en la sonda como si fuera una pelota de béisbol. En una
pelota de béisbol, el sistema de propulsión es el cuerpo que mueve el bate. Eso
es muy diferente de una pelota de béisbol que sólo sostienes en la mano hasta
que puede volar en la misma trayectoria pero con su propia fuerza, que es la
idea que subyace en la mayoría de los sistemas de propulsión.
Todo esto,
explica Limbach en el artículo, son noticias bastante viejas. Pero algo ha
hecho que la gente deje de utilizar los rayos terrestres. Sí, ahorran
complejidad, pero los haces, por naturaleza, acaban difractándose
-funcionalmente el equivalente del haz de luz a disolverse- a lo largo de
grandes distancias hasta que dejan de ser efectivos. Eso significa que la sonda
sólo podría ser alimentada durante una cierta distancia antes de quedarse sola.
El descubrimiento de Limbach en el artículo,
explica, es una forma de mantener el haz, incluso a través de billones de
kilómetros. Y aunque Star Trek y otras series de ciencia ficción a veces
muestran el espacio exterior repleto de objetos cercanos, lo cierto es que
nuestro espacio local está bastante vacío, con un camino claro desde aquí hasta
Próxima Centauri.
El artículo de Limbach explora y revisa los
conocimientos existentes, y sus ideas originales pretenden suscitar el debate
sobre los próximos pasos a dar en el campo de los haces de partículas
autoguiados (y no difractantes). No están exentos de una gran complejidad,
explica, pero trasladar esa complejidad a la Tierra significa que a nadie le
parecerá milagroso que el sistema se repare durante el viaje de la sonda.
Limbach concluye: "Estos estudios no han revelado
ningún "obstáculo", sino ideas prometedoras que necesitan más
exploración. Y a medida que pensemos más y más en viajar al espacio exterior,
quizá ese trabajo vuelva a parecer más urgente".
.-
Comentarios
Publicar un comentario