Descubren en Nueva Zelanda cangrejos de río prehistóricos de tamaño gigante

Investigadores hallan en el sur de Nueva Zelanda fragmentos fósiles de cangrejos de río prehistóricos que alcanzaban tamaños de hasta 25 centímetros, triplicando el de las especies actuales.

El descubrimiento fue realizado por paleontólogos de las universidades de Flinders y Canterbury, quienes analizaron pequeños fragmentos de mandíbulas extraídos del yacimiento de St Bathans. Estos restos, de apenas unos milímetros de longitud, presentaban una cresta molar recubierta de apatita, una característica mineralizada que permitió su conservación durante millones de años. Gracias a esta peculiaridad, los científicos pudieron reconstruir parte de la historia perdida de la fauna de agua dulce del Mioceno.

Diversidad y ecosistemas olvidados

El análisis reveló la existencia de al menos tres especies diferentes de cangrejos de río, evidenciando una biodiversidad acuática mucho mayor en el pasado de Nueva Zelanda. En contraste, hoy solo sobreviven dos especies de cangrejos de río pertenecientes al género Paranephrops . Además, los investigadores identifican la presencia de “botones yabbie”, estructuras calcificadas para almacenamiento de calcio, confundidas anteriormente con dientes fósiles de peces.

Un complejo de ecosistemas

Durante el Mioceno, los lagos de la región albergaban cocodrilos de agua dulce, peces similares a las truchas y aves buceadoras, en un entorno de gran diversidad. Los cangrejos gigantes probablemente desempeñaban un papel esencial en la cadena alimentaria, como presas y como reguladores ecológicos del fondo lacustre.

Valor cientifico del descubrimiento

Los fragmentos de mandíbula y los botones de yabbie permiten comprender mejor los ecosistemas antiguos y abrir nuevas vías de investigación paleontológica . Los investigadores subrayan la importancia de prestar atención a los fósiles más pequeños, ya que contienen información valiosa sobre linajes y ecosistemas desaparecidos.

El yacimiento de St Bathans sigue siendo un tesoro para la ciencia, y este hallazgo reafirma que la historia de la vida en Nueva Zelanda todavía guarda muchas sorpresas por descubrir.

 

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