Océanos que brillan: satélites detectan zonas iluminadas con billones de organismos bioluminiscentes

 

Una nueva generación de detectores ha permitido a los científicos identificar una docena de grandes episodios de bioluminiscencia.

El océano siempre ha brillado.

Los griegos y los romanos conocían las criaturas marinas luminosas, así como el fenómeno más general del agua de mar que puede iluminarse en colores verdeazulados.

Charles Darwin, mientras navegaba cerca de Sudamérica en una noche oscura a bordo del HMS Beagle, se encontró con olas luminiscentes.

Lo calificó como “un espectáculo maravilloso y bellísimo”.

Hasta donde alcanzaba la vista, añadió, “la cresta de cada ola era brillante”, hasta el punto de que las “lívidas llamas” iluminaban el cielo.

Ahora, los científicos informan de que la bioluminiscencia de los océanos puede ser tan intensa y masiva que los satélites que orbitan a 800 kilómetros de altura pueden ver alfombras brillantes de microorganismos cuando se materializan en los mares.

El mes pasado, en la revista Scientific Reports, ocho investigadores relataron el hallazgo de una mancha luminosa al sur de Java en 2019 que llegó a ser más grande que las áreas combinadas de Vermont, New Hampshire, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut.

“Fue una epifanía”, dijo Steven D. Miller, autor principal del estudio de bioluminiscencia y especialista en observaciones por satélite en la Universidad Estatal de Colorado.

Cuando una maravilla oculta de la naturaleza sale a la luz, añadió, “capta tu imaginación”.

Los científicos dijeron que el examen minucioso de las imágenes recogidas entre diciembre de 2012 y marzo de 2021 desde un par de satélites les permitió identificar una docena de eventos extremadamente grandes, aproximadamente uno cada ocho meses.

Incluso el más pequeño era cien veces más grande que Manhattan.

Las imágenes están abriendo una nueva ventana a los océanos del mundo, dicen los científicos, y prometen ayudar al seguimiento y estudio de los mares brillantes, cuyos orígenes son poco conocidos.

Kenneth H. Nealson, pionero en la investigación de la bioluminiscencia en la Universidad del Sur de California, calificó el descubrimiento como “un gran paso para poder entender” cómo se produce un misterio permanente del mar.

El nuevo artículo señalaba que las grandes concentraciones de luces vivas han “eludido durante mucho tiempo la investigación científica rigurosa y, por tanto, se sabe poco sobre su composición, mecanismo de formación y función dentro del ecosistema marino”.

La bioluminiscencia marina se asocia a menudo con espantosas criaturas de las profundidades.

Un iluminador icónico es el rape, que cuelga señuelos brillantes delante de unos dientes como agujas.

En cambio, los mares luminosos parecen originarse cuando muchos trillones de diminutas bacterias se iluminan al unísono.

Nealson, que no participó en la investigación del satélite, y sus colegas informaron en 1970 de que las suspensiones diluidas de un tipo concreto de bacterias no emiten ningún brillo.

Sin embargo, si se les permite multiplicarse, los microbios pueden iluminarse repentinamente como si se accionara un interruptor.

Los científicos creen ahora que las masas brillantes de bacterias atraen a los peces, cuyas entrañas les proporcionan un hábitat nutritivo.

El rastro del descubrimiento de Miller comenzó hace casi dos décadas, cuando en una charla a la hora del almuerzo se planteó la cuestión de si la bioluminiscencia marina podría ser visible desde el espacio.

Mientras trabajaba en el Laboratorio de Investigación Naval de EE.UU. en Monterey, California, en 2004, empezó a examinar las imágenes de un satélite meteorológico.

Pronto divisó en el noroeste del océano Índico lo que resultó ser una mancha brillante de casi el tamaño de Connecticut.

La zona borrosa apenas era visible, pero Miller y sus colegas se entusiasmaron porque sabían que una nueva generación de sensores de satélite pronto proporcionaría una sensibilidad y nitidez mucho mayores.

Los sensores mejorados debutaron en un par de satélites lanzados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica en 2011 y 2017.

Los sensibles detectores demostraron ser adeptos -al menos en las noches oscuras- a captar destellos de luz de los mares y proporcionaron las imágenes para el informe actual.

Una sorpresa, dijo Miller, es que los eventos resultan persistir durante largos períodos.

Por ejemplo, la gran mancha frente a Java en 2019 duró al menos 45 noches. Eso plantea la posibilidad de que un equipo de respuesta rápida de oceanógrafos tenga tiempo suficiente para llegar a las manchas y tomar muestras para estudios detallados.

Hasta la fecha, dijo Miller, ningún equipo lo ha logrado.

Añadió que las empresas de televisión que realizan documentales sobre la naturaleza han mostrado interés en utilizar las detecciones por satélite para rastrear y filmar los mares brillantes.

Peter Herring, biólogo marino británico conocido por su trabajo sobre la bioluminiscencia de las profundidades, calificó de importante el trabajo de los satélites porque, después de años de incertidumbre, planteaba la posibilidad de obtener por fin pruebas fehacientes de lo que impulsa los espirales luminosos.

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