El científico que logró fabricar oro en un experimento
Hasta el siglo XVIII, los que practicaban la alquimia, una ciencia embrionaria, filosófica y hermética, se obsesionaban por encontrar la piedra filosofal, una sustancia mística capaz de convertir metales básicos, como el plomo, en oro.
Pero esa codicia casi celestial, tal como detallan enel diario La República de Perú, se redujo a un simple incidente, cuando en los
años 70 encontraron que el armazón de un reactor experimental soviético cerca
del lago Baikal, de la región montañosa de Siberia, se convertía en el elemento
más preciado por su cantidad de usos, el oro. Este hecho marcaría un hito en
los conocimientos adquiridos por los aceleradores de partículas, que, a
posteriori, transmutarían elementos químicos fácilmente. De este modo, el dogma
de los alquimistas quedaría desfasado.
Glenn Theodore Seaborg (1912-1999), químico atómico
y nuclear estadounidense, empezó a construir las bases de estos cambios en la
materia, abriendo la brecha entre las creencias sin asidero y el método
científico. Antes de ello, descubrió y aisló hasta 10 elementos químicos
(plutonio, americio, curio, berkelio, californio, einstenio, fermio,
mendelevio, nobelio y el elemento 106, de nombre seaborgio, en su honor).
También ayudaría a acomodar mejor la composición de la actual tabla periódica.
Fue consejero nuclear de 10 presidentes de los
Estados Unidos, desde Harry Truman hasta Bill Clinton. Además, en 1951 obtuvo
el Premio Nobel de Química por crear plutonio once años antes, sustancia que
“se volvió importante tanto para las armas nucleares como para la energía
nuclear”, según Nobel Prize. Tal galardón lo compartió con Edwin Mattison
McMillan, quien ese mismo año “utilizó un acelerador de partículas para
irradiar uranio con neutrones y demostró que se había creado un elemento con un
número atómico de 93″, el neptunio.
Siguiendo sus trabajos con aceleradores de
partículas —denominados ciclotrones, usados para la producción de elementos
radiactivos—, Seaborg consiguió identificar el hierro-59, crucial para
comprender cómo la hemoglobina funciona en la sangre.
En 1938, John Livingood Lawrence, físico nuclear, y
Seaborg crearon un isótopo (átomos de un mismo elemento con diferente cantidad
de neutrones) del yodo, el yodo-131, empleado para enfrentar la tiroides.
Curiosamente, su madre se beneficiaría del tratamiento.
Sin embargo, no fue hasta más adelante, en los años
80, que Seaborg, en ese entonces afiliado a la División de Ciencias Nucleares
del Laboratorio Lawrence Berkeley (California), logró impulsar su propia piedra
filosofal: transmutar un isótopo del bismuto, el bismuto-209, en oro.
El bismuto, hasta el siglo XVIII, fue confundido con
el plomo, el estaño y el zinc. Como se expande al solidificarse, es un metal
apto para fundiciones. Se emplea mucho en aliviar problemas del sistema
digestivo. Por su parte, el isótopo bismuto-209 puede ser producido en las
estrellas gigantes rojas, esferas de plasma de entre ocho a nueve masas
solares.
Lo que hizo el premiado con el Nobel de Química en
1951 fue eliminar protones y neutrones del bismuto-209 con un acelerador de
partículas para igualar así el número atómico del preciado elemento. Este
proceso de transmutación, en otras palabras, se alcanzó mediante la
intervención humana, manipulando la circulación de la materia a pequeños
volúmenes, pero no todo fue tan sencillo. Nadie se hace rico de la noche a la
mañana, aunque los alquimistas divulgasen lo contrario.
¿Por qué dicho experimento no se replicó si fue un
éxito? Para replicarlo a gran escala, se necesita elaborar centrales complejas
y especializadas. Muy aparte de ello, trabajar con esta clase de energía es un
riesgo enorme. Tal vez el mayor desafío es regular la estabilidad atómica,
porque el oro obtenido, a raíz de su esencia, duraba solo unos segundos en
mostrar otra ‘cara’. Además, el gasto del proyecto supera a las potenciales
ganancias de generar oro.
Los resultados del experimento con técnicas
novedosas para su tiempo se hallan en una publicación del 1 de marzo de 1981 en
Revisión Física C.
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