1 de septiembre de 1859: el día que el Sol nos abrasó sin avisar
En la noche del 1 al 2 de septiembre de 1859, unas
auroras extraordinariamentes brillantes y coloridas causaron asombro alrededor
del mundo. A lo largo de los cinco continentes la gente salía a la calle a observar
el fenómeno, sorprendida por los intensos tonos que, desde el rojo hasta el
verde e incluso al azul, cruzaban el cielo fantasmagóricamente. La intensidad
era tal que los mineros de las Montañas Rocosas se despertaron a preparar el
desayuno pensando que había amanecido, mientras que al mismo tiempo, las torres
de telégrafo en Europa y Estados Unidos lanzaban chispas, provocando incendios
e incluso llegando a dar descargas eléctricas a los operadores.
En aquel momento, nadie sabía que unas horas antes
el Sol había lanzado una enorme llamarada que llegaría a la Tierra y que
desencadenaría un evento sin precedentes en la historia humana. Sin embargo,
alguien había observado ese fenómeno excepcional de manera directa. Se trataba
de Richard Carrington, un astrónomo aficionado inglés, que junto a su colega
Richard Hodgson fueron los únicos testigos de este enorme estallido solar.
“Carrington detectó una eyección de luz blanca de la
superficie del Sol que en ese momento le pareció llamativa. Tengamos en cuenta
que en 1859 no estábamos tan avanzados astronómica ni tecnológicamente como
para identificar esto, sin embargo, en ese momento apreció esa tormenta solar
que afectó gran parte del planeta y fue el primero en registrarlo. Quedó
marcada para la historia como evento Carrington”, cuenta el Dr. en Astronomía
Roberto Aquilano, de destacada trayectoria en el Conicet, la UNR y actualmente
vinculado a proyectos científicos con la NASA.
“El Sol
expulsó una masa coronal que llegó a la Tierra como una ráfaga de alta
velocidad de nubes de plasma sobrecalentado. En su momento afectó gran parte
del planeta, fue tan potente que provocó fallas prácticamente totales en la red
telegráfica del continente europeo. Pero también hubo registros de efectos más
al sur, como en Cuba, Colombia y Venezuela”, indica Aquilano.
El pasado lunes 13 de marzo a las 00.36 de
Argentina, se detectó una erupción masiva de material solar escapando del Sol a
2123 kilómetros por segundo, una velocidad “inusualmente rápida”, según
describió la Oficina de Clima Espacial de la Luna a Marte de la NASA, del
Centro Espacial Goddard. Esta vez tuvimos suerte, ya que la eyección de masa
coronal (CME, por sus siglas en inglés) se produjo en el lado opuesto del Sol.
Incluso, así su impacto se sintió en la Tierra, causando una tormenta de
radiación menor y provocando fallos en las transmisiones de radio de onda corta
en los aviones que sobrevuelan los polos.
Es difícil comparar esta eyección de masa coronal
con el evento Carrington, ya que la tecnología rudimentaria del siglo XIX no
permitía medir con exactitud su intensidad. No obstante, una situación como la
del pasado lunes pero con una CME dirigida hacia nuestro planeta, podría tener
graves consecuencias.
“Estas
tormentas geomagnéticas son eyecciones poderosas de energía que vienen de algunas
regiones inestables del Sol. En esas zonas se ven como puntos negros sobre la
superficie de la estrella, que se los conoce como manchas solares y se estudian
mucho”, explica Aquilano. “Las manchas solares se ven más oscuras porque son
zonas más frías que otras zonas, que se ven más blancuzcas. Se produce un
efecto de mayor actividad y generación de las mismas en ciclos de
aproximadamente once años” explica el científico. “Acá, en el observatorio del
Planetario de Rosario, estudiaron la evolución de las manchas solares durante
años. Son tan grandes que entrarían planetas dentro”, destaca el astrónomo.
Afortunadamente para los seres vivos, el campo
magnético terrestre nos protege desviando las partículas cargadas de alta
energía provenientes del Sol, incluyendo las generadas por las eyecciones de
masa coronal. Sin embargo, detalla Aquilano, “estas llamaradas pueden afectar
realmente las comunicaciones. La radio, las redes de energía eléctrica, los
satélites, los sistemas de navegación y los sistemas de los aviones pueden
fallar automáticamente. Ni dudemos de los problemas que podría llegar a tener
la Estación Espacial Internacional”, enumera.
“En febrero del año pasado hubo una tormenta
geomagnética muy poderosa que prácticamente fulminó el 80% de una flotilla de
satélites Starlink de internet que Elon Musk acababa de lanzar, los dejó
completamente inservibles.Y ese no es uno de los efectos más grandes que puede
llegar a tener el Sol”, ilustra Roberto, autor de varios títulos científicos y
con amplia experiencia en investigación astrofísica. “Ahora nosotros entramos
en una época de actividad solar importante, pero el pico de esto va a ser
alrededor del año 2025, que es también parte de un ciclo solar que se registra
aproximadamente cada 25”, agrega.
Predecir un episodio meteorológico espacial extremo
similar al evento Carrington es muy difícil, aunque algunos estudios estiman
que las posibilidades de que esto ocurra están entre el 1% y el 12% en una década.
“Ahora, el Carrington no es el más poderoso de todos los eventos, tenés también
el evento Miyake”, resalta el experto. “El evento Miyake superaría ampliamente
al Carrington en cuanto a su potencia y sus efectos serían devastadores. En un
escenario así, prácticamente todo dejaría de funcionar, incluso los cables
submarinos de internet serían destruidos. Casi que pondría en jaque la
supervivencia de la civilización”, precisa. Una tormenta solar de tales
características provocaría el colapso global de la infraestructura tecnológica,
eléctrica y comunicacional, lo que nos catapultaria inmediatamente a una
situación de aislamiento y vulnerabilidad similar a la Edad Media.
El nombre se debe a la astrofísica japonesa Fusa
Miyake, quien en 2012 descubrió los primeros indicios de este tipo de evento al
examinar los anillos de crecimiento en cedros japoneses. “Hay un registro de
que en el año 774-775 hubo un gran aumento del carbono-14 en la atmósfera de la
Tierra y se codificó en los anillos de los árboles, y esto sucedió en todo el
mundo”, explica Aquilano.
Esta concentración repentina y anómala de carbono-14
indica una exposición a una radiación cósmica intensa “unas 10 o 15 veces más
poderosa que un evento Carrington”, señala el astrónomo. Esto habría sido
causado por una tormenta solar extrema o una CME que se originó en el Sol y
envió partículas cargadas y rayos X hacia la Tierra. Algunas fuentes históricas
mencionan fenómenos celestes inusuales para la época, como una cruz roja en el
cielo después del atardecer o tormentas eléctricas fuera de lo común.
“Ahora, ¿qué posibilidades hay de que un fenómeno
como un evento Carrington o Miyake ocurra?”, se pregunta en voz alta el
astrofísico. “La probabilidad es baja pero siendo baja puede ocurrir dentro de
10.000 años como puede ocurrir mañana. Eso no quiere decir que no estemos
alerta”, concluye Aquilano.
Aurora durante una tormenta geomagnética causada por
una eyección de masa coronal del Sol el 24 de mayo de 2010, tomada desde la
Estación Espacial Internacional.
Vivimos tan absortos en las preocupaciones
cotidianas que no nos damos cuenta del pequeño lugar que ocupamos en el gran
esquema de la naturaleza. Sin embargo, deberíamos ser conscientes de que
nuestra situación podría cambiar radicalmente en cualquier momento. Nuestra
existencia y nuestra civilización podrían verse amenazadas por eventos cósmicos
inesperados, como asteroides o tormentas solares extremas. Si bien la ciencia
continúa avanzando en la investigación de estos fenómenos para comprenderlos
mejor y prevenir sus efectos, nuestra única certeza es que tenemos que estar
preparados para lo que el universo nos depare.
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