Científicos construyen ‘arca de Noé’ con 2.500 millones de semillas
Las cámaras acorazadas están bajo tierra, en pleno
campo de Inglaterra, a una temperatura de 20 grados bajo cero. Pueden soportar
inundaciones y bombardeos y guardan un tesoro formado por semillas de 40,000
plantas silvestres de todo el mundo, muchas de ellas en peligro de extinción.
Este escenario pareciera ser un arca de Noé del siglo XXI.
El Banco de Semillas del Milenio (MSB, por sus
siglas en inglés) lleva a cabo una carrera contrarreloj porque, según los
científicos, dos de cada cinco especies vegetales del planeta corren el riesgo
de desaparecer. Este centro, situado al sur de Londres, es el mayor banco de
semillas del mundo.
En opinión del biólogo David Attenborough, una
figura de gran renombre en el Reino Unido, el MSB es “quizá la iniciativa de
conservación más importante jamás realizada”.
“El objetivo es conservar las especies silvestres
mediante las semillas, para evitar que se extingan a largo plazo”, explica John
Dickie, responsable del proyecto.
Este investigador de 70 años está implicado en el
MSB desde su creación, a finales de los años 1990. Se inauguró en 2000 para
celebrar el milenio y se encuentra en Wakehurst, una sucursal de los jardines
botánicos londinenses de Kew Gardens.
Aquí se almacenan unos 2,500 millones de semillas.
Las hay de todas las formas, colores y tamaños. Pertenecen a 40,020 especies
diferentes y proceden de 190 países. Representan casi el 20 por ciento de la
flora mundial.
Se da prioridad a las plantas amenazadas, sobre todo
por el cambio climático. Pero también a las plantas endémicas, que sólo pueden
encontrarse en una zona geográfica específica.
Las plantas útiles para las comunidades desde el
punto de vista médico o económico también tienen su lugar en Wakehurst. “Las
especies vegetales están amenazadas por varias razones (…), pero sobre todo por
el cambio en el uso del suelo para la agricultura y, cada vez más, por el
cambio climático”, explica Dickie.
“Algunas plantas se adaptarán, otras no, pero al
menos estarán aquí, en lugar desaparecer del todo”, agrega.
Cada semana, en Wakehurst se reciben nuevas semillas
y se inicia el proceso de salvarlas. “Nuestra conservación de especies
silvestres se basa en la tecnología ya utilizada para las especies cultivadas”,
explica Dickie. “No es complicado: se secan, se limpian y se congelan”.
Una vez congeladas, las semillas pueden almacenarse
durante décadas, probablemente siglos, asegura. Su equipo trabaja a la vista
del público en su laboratorio acristalado de Wakehurst. Hay unos 20
investigadores y algunos voluntarios. Lucy Taylor trata semillas de albizia
polyphylla, llegadas de Madagascar.
“Madagascar es un lugar muy interesante para los
biólogos porque tiene una flora única, ya que la isla se separó de África.
Además, hay mucha presión sobre el suelo” debido a la agricultura, explica.
Con paciencia, separa las semillas en mal estado del
resto: “muchas están vacías o infestadas de insectos o enfermedades (…), pero
nosotros queremos la mejor colección posible y no tenemos mucho espacio en
nuestras cámaras”. Para detectar enfermedades, las semillas se someten a rayos
X.
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