Los pesqueros ilegales chinos arrasan los océanos de todo el planeta
China se salta continuamente las leyes internacionales que protegen la pesca en el mundo y eso supone un grave problema ambiental de alcance planetario. Cuando buques con bandera asiática navegan cerca de las costas protegidas de América Latina o de África, de inmediato apagan sus transmisores de posición y quedan así ocultos ante los sistemas de monitoreo marítimo. A menudo se trata de inmensas flotas con cientos de barcos cada una. La pesca ilegal desarrollada por China no solo produce cada año pérdidas millonarias, sino que también está poniendo en un riesgo la seguridad alimentaria de los países en desarrollo, bastante mermada ya por el cambio climático.
La pesca ilegal,
aunque penalizada, sigue siendo una práctica habitual en el espacio marítimo.
Cada año se capturan de manera ilícita en todo el mundo entre 11 y 26 millones
de toneladas de pescado, lo cual conlleva pérdidas anuales de entre 10.000 y
23.500 millones de dólares a la economía mundial. Las capturas globales de
pescado ilegal representan entre el 13% y el 31% de la producción total
notificada de productos de pesca. En algunas regiones, esta cifra puede incluso
alcanzar el 40%.
Se considera esta
práctica aquella que viola las normas establecidas por las pesquerías, que
obligan a declarar y regular sus capturas. Tiene sus propias siglas: Pesca
Ilegal, No Declarada y No Reglamentada (INDNR por sus siglas en inglés). Un
reciente estudio de la Financial Transparency Coalition (FTC) desvela el
principal responsable de esta práctica ilegal: China.
La situación es
tal que barcos de guerra de varios países sudamericanos se han visto obligados
a disparar contra pesqueros de esta nacionalidad que invadían sus aguas
territoriales, llegando a hundir alguno de estos buques.
El país asiático
es el lugar del que proceden la inmensa mayoría de buques involucrados en esta
práctica, aunque hay algún otro país que actúa del mismo modo. Más de la mitad
(el 54,7%) de la pesca INDNR la llevan a cabo barcos industriales y
semindustriales que ondean bandera asiática, y de ellos, el 61% son de la
República Popular China. El porcentaje contrasta con el del resto de
continentes, dado que solo se ha detectado a un 16,1%, un 13,5% y un 12,8%,
respectivamente, de buques de países de América Latina, África y Europa, llevando
a cabo prácticas ilegales.
Las 10
principales empresas involucradas en la pesca ilegal son responsables de casi
una cuarta parte de todos los casos denunciados: ocho son de China, una es de
Colombia y otra de España.
ÁFRICA, LA MÁS
PERJUDICADA
En esta lucha por
los recursos del océano, África es la que tiene más que perder. Casi el 50% de
las intromisiones de este tipo se producen en las costas africanas, lo que
supone 11.400 millones de euros perdidos cada año en el continente. El sector
pesquero da trabajo a unas 820 millones de personas de manera directa en todo
el planeta, de los que una gran parte son mujeres, y en países del África
occidental una cuarta parte de los empleos dependen de las pesquerías.
Pero el problema
del continente africano va más allá. Los países más ricos se aprovechan de los
ricos recursos con los que cuenta África. Después de expoliar el petróleo y los
minerales, ahora ejercen una presión más silenciosa, la de esquilmar sus
recursos pesqueros. Los perjudicados son los ciudadanos de estos países pobres,
que, de nuevo, se ven en graves problemas para garantizar su seguridad alimentaria
a corto y largo plazo.
Argentina es la
segunda región más afectada por la pesca ilegal. En el país latinoamericano las
pérdidas se elevan a unos 3.600 millones de euros en términos de captura. Por
su parte, Chile estima sus pérdidas en 397 millones e Indonesia en 4.000
millones anuales. Pese a su lejanía, todos estos lugares tienen una cosa en común:
su gran diversidad marina.
INSEGURIDAD
ALIMENTARIA
El problema no
son sólo las pérdidas. En primer lugar, estas prácticas no respetan ni las
épocas de reproducción de los peces ni las limitaciones para evitar las
capturas de ciertas especies en épocas concretas. Por lo tanto, causan una
merma de ejemplares disponibles en la campaña de captura posterior.
Según las
estimaciones de la ONU, el 90% de los recursos pesqueros ya “están explotados,
sobreexplotados o agotados” en el planeta, por lo que cuanta más presión haga
la pesca ilegal, más difícil será propiciar su recuperación. Y es que los
países cuentan con normas para controlar la pesca para dejar que la naturaleza
siga su curso, precisamente para evitar la extinción de especies y favorecer su
reproducción. Sin embargo, este tipo de actividades no tiene en cuenta ninguna
normativa de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de estos países.
Según WWF, la
pesca ilegal es uno de los principales impulsores de la destrucción del
ecosistema marino. Además, esta práctica, que es el delito “más lucrativo”
contra los recursos naturales después de la madera y la minería, representa una
quinta parte de las capturas pesqueras mundiales con un valor de hasta 23.500 millones
de euros.
UN NEGOCIO
LUCRATIVO Y OPACO
No solo es
lucrativo, sino que, como explica el informe, cometer este delito es, hasta
cierto punto, sencillo. Pese a que las empresas detrás de estos buques están
identificadas, la mayoría sigue operando con “total impunidad” gracias a que se
esconden tras “estructuras empresariales complejas” y muchas veces usan
paraísos fiscales como las Islas Caimán.
A esto se suma la
falta de controles rigurosos para poder penalizar estas prácticas. Y es que
según dicho informe, casi ningún país exige información sobre los propietarios de
la embarcación a la hora de solicitar licencias o registrar embarcaciones. Por
tanto, los responsables de dichos actos nunca son sancionados. De hecho, las
multas se suelen imponer directamente a los capitanes y a los tripulantes de
los buques que han cometido el delito, pese a que, posiblemente, hayan sido
instigados por sus jefes.
Cabe recordar que
el 60% de lo que comemos en Europa viene de estos países extracomunitarios, lo
que convierte a la Unión Europea en el principal importador mundial de
productos de pesca. Países como Tailandia, Camboya y otros muchos de Asia o
África son grandes exportadores de pescado, pero Europa carece de controles
adecuados de sus flotas y capturas. La UE ha creado un sistema sancionador
basado en tarjetas de advertencia ("tarjetas" amarillas y/o rojas,
que llegan a la total prohibición de comercio con Europa) para que estos países
extracomunitarios se impliquen en el control de la pesca ilegal en sus
respectivos territorios y flotas.
Ni Estados Unidos
ni Japón tienen unos controles tan exhaustivos como Europa, lo que convierte al
Viejo Continente en pionero e impulsor de la lucha contra la pesca ilegal. Sin
embargo, esa lucha debe ser mucho más amplia y global. En 2010 se creó un
reglamento que ha hecho posible este éxito de Europa. El "Reglamento de
lucha contra la pesca ilegal no declarada y no regulada" (INDNR) ha
resultado ser una poderosa herramienta a la hora de evitar que el pescado
capturado ilegalmente entre en la UE. Es la legislación más ambiciosa de su
género que persigue el objetivo global de evitar la pesca ilegal, pero como se
ha comprobado, sin la colaboración internacional es imposible ponerle freno a
estas prácticas ilegales.
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