Brasil proyecta una gran autovía que partirá el Amazonas en dos
En los próximos años una gran autopista cruzará el
Amazonas y dividirá el bosque tropical en dos. El Gobierno brasileño, en manos
de Luiz Inácio Lula da Silva, ha sacado adelante un decreto para una faraónica
obra pública que, según el propio Gobierno, “atraerá a nuevos turistas para
admirar el Amazonas desde el coche”. Los colectivos ecologistas, sin embargo,
lo ven como un claro atentado medioambiental que facilitará la entrada de más
empresas con interés en deforestar.
Bajo el pretexto de la reconstrucción de la larga
carretera BR-319 que conecta la localidad de Manaos con Porto Velho –ambos en
las zonas más pobres de Brasil–, el Gobierno brasileño ha conseguido sacar
adelante este proyecto cuyas consecuencias, sin embargo, van más allá de una
mejora de esta conexión terrestre, pues también planea abrir nuevas vías
colindantes.
Los
ambientalistas alertan desde hace años de que convertir esa vía en transitable
durante todo el año acelerará el aumento de la deforestación, tal y como ya ha
ocurrido con otra vía: BR-364. Aunque no es el único caso en el país. La
carretera BR-163 (que une Santarém y Cuiabá) se reconstruyó en 2006 en el “Plan
BR-163 Sostenible”, que buscaba evitar, precisamente, la deforestación en esta
zona. Años más tarde se ha comprobado que este lugar se ha convertido en uno de
los mayores focos de deforestación, tala ilegal y minería “salvaje” del
Amazonas.
Visto el nuevo proyecto, el investigador Philip M.
Fearnside, biólogo del Departamento de Ecología del Instituto Nacional de
Investigaciones de Amazonía (INPA), ha advertido que esta reforma de la
carretera “traerá acaparadores de tierras, ganaderos, agricultores y madereros”
y que el Gobierno será incapaz de frenarlo. “La mayor parte de lo que sucede
una vez que se da acceso por carretera está fuera del control del Gobierno”,
recalca Fearnside en un comentario publicado en la plataforma de noticias
científicas y medioambientales Mongabay.
A falta de la licencia ambiental, el proyecto
–denominado BR-319 GT– tiene todas las papeletas para salir adelante. No en
vano, el Congreso ya ha dado pasos para facilitar este trámite cambiando la
legislación actual para forzar la concesión de la licencia ambiental. Sin
embargo, y si bien el BR-319 GT analiza cómo hacer para que la carretera sea
“ambientalmente sostenible”, “es importante dejar claro que esto no sucederá”,
tal y como resalta el biólogo.
En concreto, afirma que las medidas de conservación
que se han planteado “sólo aliviarían un poco” el impacto a lo largo de la ruta
entre los municipios de Manaos y Humaitá, mientras que otras áreas alejadas de
la propia carretera tendrían muchas más papeletas para ser devastadas sin que
se pueda controlar, “incluso si el presidente de Brasil y los gobernadores de
los estados lo tuvieran como su primera prioridad”, destaca Fearnside.
BR-319 es una larga y maltrecha carretera federal de
887 kilómetros que atraviesa una zona prístina de la selva amazónica. El
gobierno militar de Brasil la construyó en 1973 para unir estas dos puntos,
pero pronto se abandonó. Sin ponerle interés ni realizar trabajos de
conservación, en 1988 gran parte de la ruta ya era intransitable.
Durante la temporada de lluvias, que dura
aproximadamente seis meses, es imposible pasar, pero durante la época seca la
situación no es mejor. Durante los seis meses restantes los coches transitan
por el pavimento roto, esquivando enormes baches y escombros de la selva.
Los 887
kilómetros de la BR-319 cruzan una de las zonas mejor preservadas de esta selva
tropical, considerada por su extensión –cubre una superficie de tamaño similar
a la Unión Europea– el pulmón del planeta.
Desde 2008 se viene insistiendo en la necesidad de
reparar la carretera para reducir los viajes en barco por el río Madeira o el
uso de avión entre Manaos y Porto Velho. Sin embargo, a mediados de 2016 aún no
se había aprobado la pavimentación del tramo medio de la carretera. En 2021,
completar el asfaltado se convirtió en una de las grandes promesas del anterior
presidente conservador, Jair Bolsonaro. Pese al cambio de Gobierno y de color
político, Lula Da Silva mantiene los planes que ya abanderaba en su momento el
ultraderechista.
En noviembre de 2023, el presidente Lula creó un
grupo de trabajo (GT) BR-319 organizado por el Departamento Nacional de
Carreteras (DNIT) para considerar qué medidas se pueden adoptar para que la
reconstrucción de la BR-319 sea ambientalmente sostenible.
En diciembre, el proyecto fue agregado al Plan de
Desarrollo Regional Amazónico (PRDA ) para 2024-2027, y la Cámara de Diputados
impulsó un Proyecto de Ley a estatus de “urgente” para acelerar una medida que
obligaría a la agencia de licencias (IBAMA) a aprobar el proyecto de
reconstrucción de la BR-319 y encomendar al gobierno federal su financiación.
Los grupos de interés involucrados tienen votos más
que suficientes para aprobarlo: en febrero de 2024, el Frente Parlamentario
Agropecuario (FPA) controla por sí solo 324 de 513 escaños en la Cámara de
Diputados (63%) y 50 de 81 escaños en el Senado ( 62%).
Según los expertos, las consecuencias de
desencadenar la deforestación en el último gran bloque de bosque amazónico
serían catastróficas para Brasil, amenazando el agua transportada hasta la
capital de São Paulo (ya que el 70% proviene del Amazonas) y empujando el calentamiento
global más allá de un punto de inflexión.
Sacar adelante este proyecto, por tanto, “provocará
grandes sequías e incendios, inundaciones, la desertificación de la región,
grandes tifones, el aumento del nivel del mar, pérdidas para la agricultura y
temperaturas insoportables para la población”, concluye Fearnside.
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