Descubren en México una excepcional mazorca de teocintle, antepasado silvestre del maíz
Pese a haber sido localizados en campo, a veces los
grandes descubrimientos se dan en la fase de gabinete: así ocurrió con la
identificación de una mazorca de teocintle, recuperada en las excavaciones
arqueológicas que acompañaron la construcción del Aeropuerto Internacional
Felipe Ángeles (AIFA), en Santa Lucía, Estado de México.
En ese lugar, la Secretaría de Cultura del Gobierno
de México, a través de un equipo interdisciplinario del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH), apoyado por personal de la Secretaría de la
Defensa Nacional, registró extraordinarios hallazgos: entre otros, una
colección ósea de megafauna del Pleistoceno Tardío (10,000 años a.p.),
compuesta por más de 60,000 restos, que apunta a ser la más importante de
América Latina.
El responsable del salvamento arqueológico en los
terrenos destinados al AIFA, Rubén Manzanilla López, narra que entre los sitios
prehispánicos localizados destacó la ubicación, al final de la pista principal,
del llamado “Tlatel 7”: una elevación artificial en el terreno salino, donde se
asentaron algunos grupos de la tradición Coyotlatelco entre los años 600 y 900
d.C.
La pequeña mazorca de teocintle fue encontrada por
Juan Carlos Equihua Manrique en octubre de 2019, en una excavación que
presentaba intrusiones en la capa de Gleysol: un suelo plenamente identificado
en la estratigrafía del AIFA y conformado por material de origen aluvial,
fluvial y lacustre del Pleistoceno u Holoceno, como indica el investigador de
la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, Antonio Flores
Díaz.
El especialista en genética de suelos refiere que,
conforme a fechamientos de carbono 14 obtenidos en los años 70 del siglo
pasado, en el sitio Santa Lucía I los depósitos del Pleistoceno Tardío
comenzaron a formarse hace 30,000 años, un rango confirmado mediante las fechas
recientes aportadas por el Laboratorio de Espectrometría de Masas con
Aceleradores, del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM).
Este proceso continuó hasta los 11,700 + 1,650 a.p.,
de acuerdo con la datación por hidratación de obsidiana obtenida en 1980 para
el sitio Santa Lucía II. En el transcurso de ese tiempo, la cuenca del lago —ahora
llamado de Xaltocan— se desecó de manera progresiva.
Para el equipo interdisciplinario, la mazorca
mineralizada descubierta es excepcional, pero representa una gran incógnita. El
fundador del Laboratorio de Paleobotánica del INAH y colaborador del proyecto
de investigación, Lauro González Quintero, refiere que “hasta el momento, no se
conoce otro espécimen fosilizado de esa forma, lo cual en sí mismo podría
suponer mayor antigüedad que otros residuos fósiles de maíz. Por otra parte, el
ejemplar no corresponde estratigráficamente a la temporalidad del contexto
arqueológico donde se localizó, el cual data del periodo Epiclásico (600-900
d.C.); es más probable que se asocie a otra capa estratigráfica”.
Con 68 milímetros de longitud y 13 de diámetro
promedio, el ejemplar fue el último de los materiales orgánicos recuperados en
el salvamento arqueológico del AIFA que analizó en el laboratorio de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia, del que es profesor.
Sus características lo hacen único: “En su base se
observan siete espiguillas de teocintle, pero en la mayor parte de su eje solo
se ven seis. El ejemplar está mutilado parcialmente, se rasgaron dos
espiguillas y perdió la porción apical. No existe otro espécimen mineralizado
como este”, insiste Lauro Quintero al señalar la conveniencia de obtener un fechamiento
directo.
Cabe recordar que las especies silvestres más
cercanas biológicamente al maíz son el teocintle Zea mays L. ssp. parviglumis y
Zea mays L. ssp. Mexicana. La primera, de la Cuenca del Balsas, y la segunda,
del Valle de México. Por ello, se han considerado como los ancestros del
proceso que condujo a la domesticación de esa planta.
En favor de esta idea se encuentran no solo su
estructura genética, sino ciertos rasgos que permiten suponer que atrajo la
atención de los grupos que tenían la recolección como una de sus principales
actividades de subsistencia.
De ahí la trascendencia de la pequeña mazorca de
teocintle hallada en el árido suelo del AIFA. A ese respecto, el arqueólogo
Rubén Manzanilla concluye que análisis más profundos a este espécimen, el cual
está bajo resguardo de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del
INAH, contribuirán a la comprensión de un sitio que ya ha probado la presencia
humana desde finales del Pleistoceno y alertan sobre la importancia de esta
región para desvelar la historia completa de la obtención del cereal americano.
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