El ‘rey’ del Caribe fue un cocodrilo bípedo que vivió hace 7 millones de años

El hallazgo, liderado por el paleontólogo Lázaro W. Viñola López, revela la existencia de un depredador bípedo con dientes aserrados que sobrevivió en las Antillas millones de años después de desaparecer en Sudamérica

Durante millones de años, las islas del Caribe fueron un laboratorio natural de evolución insular con especies únicas, aisladas del continente. Pero un descubrimiento reciente ha sacudido los cimientos del conocimiento paleontológico sobre esta región. Bajo una carretera recién abierta en Sabana Grande de Boyá, al noreste de Santo Domingo, paleontólogos hallaron los restos de un cocodrilo terrestre gigante de seis metros de largo, con dientes aserrados y capacidad bípedo, perteneciente a un linaje extinto que se creía exclusivo de Sudamérica. Este depredador, identificado como un sebecido, vivió entre 7,1 y 4,5 millones de años atrás y confirma que estos animales no solo llegaron a las Antillas Mayores, sino que sobrevivieron allí durante millones de años.

Un rey caribeño venido del sur

El estudio, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, indica que este cocodrilo no era un simple visitante ocasional, sino un miembro estable de la fauna antillana. Su morfología —vértebras terrestres y un diente afilado como cuchilla— apunta a un estilo de vida completamente terrestre, especializado en desgarrar carne, características típicas del grupo Notosuchia. Los sebecidos, últimos representantes de este linaje, fueron depredadores dominantes tras la extinción de los dinosaurios en Sudamérica, y su llegada al Caribe reescribe lo que se sabía sobre la dispersión de estos cocodrilos. Hasta ahora, los fósiles más recientes de sebecidos en el continente databan de hace más de 10 millones de años.

GAARlandia y las rutas perdidas de la evolución

El hallazgo reactiva el antiguo debate sobre la posible existencia de GAARlandia, una conexión terrestre o archipiélago que habría unido Sudamérica con las Antillas Mayores entre el Eoceno y el Oligoceno. Este paso habría permitido la migración de fauna terrestre a través de islas emergidas, algo que explica cómo un animal no acuático como el sebecido pudo colonizar tres islas distintas. Los dientes hallados en Puerto Rico (29 millones de años) y en Cuba (18 millones) encajan con esta teoría y sugieren una presencia continuada en el Caribe durante más de 30 millones de años.

Un ecosistema perdido

Hace seis millones de años, las islas del Caribe eran muy diferentes. Acompañando al sebecido convivían perezosos gigantes, tortugas de agua dulce, roedores de gran tamaño y cocodrilos de tipo aligator. La presencia del sebecido indica que estas islas contaban con ecosistemas mixtos de llanuras, bosques y ríos, en los que el depredador terrestre dominaba sin competencia. Su desaparición coincide con un cambio profundo: el aumento del nivel del mar y el aislamiento de las islas provocaron la pérdida de hábitat, lo que llevó a su extinción y al ascenso de aves rapaces y cocodrilos más adaptables.

La última guarida de los Notosuchia

Con este descubrimiento, se confirma que los sebecidos caribeños fueron los últimos representantes del linaje Notosuchia en todo el planeta. Un grupo que una vez habitó África, Europa y Sudamérica terminó sus días en las Antillas Mayores, convertidas en auténticos refugios evolutivos. Así como ocurrió con otros linajes como los perezosos gigantes o las tortugas terrestres, las islas ofrecieron a estos depredadores una última morada libre de las presiones continentales que aceleraron su extinción en otras regiones.

Más fósiles por descubrir

El fósil fue hallado en un afloramiento al aire libre, lo que abre la posibilidad de nuevos descubrimientos fuera de las tradicionales cuevas caribeñas. Este hecho sugiere que bajo el suelo de las islas aún pueden esconderse muchos secretos del pasado profundo, incluyendo especies aún desconocidas, nuevas interacciones ecológicas y linajes perdidos. Las campañas de excavación ya están en marcha, y los investigadores no descartan que este sea solo el primero de muchos descubrimientos que cambiarán la historia natural del Caribe.

 

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