Un grupo de aficionados planea lanzar al primer astronauta amateur al espacio
Hay que ver cómo ha cambiado la galaxia desde el fin de la Guerra Fría. Donde antes cualquier noticia aeroespacial estaba protagonizada por dos únicos nombres, la NASA o la URSS, ahora hay una variadísima constelación de empresas y agencias estatales que suman las de China y Rusia, SpaceX, Boeing, Blue Origin, Astra, Rocket Lab...
El espacio parece al alcance
de cualquiera. O al menos, de quien pueda pagarse un viaje al espacio. Jeff
Bezos y Richard Branson se han peleado por estar entre los primeros
multimillonarios en viajar a las estrellas, y la Estación Espacial
Internacional incluso piensa abrir una galería de arte en el espacio. ¿Qué
puede ser lo siguiente?
¿Y si, esta vez de verdad, el espacio llegara a
estar al alcance de cualquiera? ¿Y si los aficionados se sumaran a la carrera
espacial? Esa es la meta de Copenhagen Suborbitals, un grupo danés de unos 50
voluntarios aficionados a los cohetes que están juntando cerebros y su escaso
presupuesto para enviar al primer astronauta amateur al espacio por sus propios
medios. Desde allí podrá mirar a Jeff Bezos por encima del hombro y de las
nubes y decirle: yo también he llegado hasta aquí.
Actualmente, este grupo de ingenieros aeroespaciales
aficionados está trabajando en construir una nave espacial que ya han bautizado
como "Spica”. Si todo sale bien, sería la primera construida nave no
profesional en realizar un vuelo suborbital tripulado. Pero no es fácil.
Mads Stenfatt, antaño paracaidista y hoy un apacible
gestor de precios de una empresa corriente e ingeniero espacial en sus ratos
libres, ha admitido en una entrevista con Futurism que esa dificultad es
precisamente lo que les incita a continuar en su empeño. “Lo hacemos porque es
difícil”, dice. “Una vez que estás en ello, empiezas a darte cuenta también de
que la parte divertida no es llegar a la meta sino trabajar constantemente en
retos que son tan ridículamente difíciles”.
Actualmente tienen ya desarrollado un primer diseño
de la nave Spica y han montado los dos depósitos de combustible, el de oxígeno
líquido y el de alcohol. También están trabajando en fabricar los primeros
componentes del motor y poco a poco van avanzando en el banco de pruebas con el
que testarlo. “Las cosas avanzan a un ritmo constante”, dice Stenfatt. Aunque
las condiciones de su escasísimo presupuesto les hace ir pasito a pasito, y la
pandemia les ha hecho retrasar su calendario. Pero donde falta dinero aparece
el ingenio.
Y es que lo difícil no es el diseño de la nave. “A
grandes rasgos un cohete no es más que un tubo con un extremo puntiagudo y
algunas cosas que salen del otro extremo”, afirma Stenfatt quizás pensando en
el pene espacial con que voló Jeff Bezos. “Lo difícil es diseñarlo y fabricarlo
después”. Él lo compara con el paracaidismo: puedes saber todo sobre la
fabricación de un paracaídas, “pero eso no te dice cómo coser las piezas de
tela, ni en qué orden hacerlo, etc. Esa es la dificultad que vas a encontrar de
inmediato”. Así es el desafío que afrontan en Copenhagen Suborbitals cada día.
Pero estos voluntarios tienen todo el tiempo del mundo y la pasión para no desfallecer en el camino. De momento aún les queda 10 años de trabajo, como mínimo. ¿Y entonces? Quién sabe. Después de enviar al primer aficionado al espacio, Stenfatt cree que su grupo podría ascender al apellido “Copenhagen Orbitals”. No hay fronteras terrestres para la pasión de unos aficionados.
https://www.esquire.com/es/ciencia/a39076533/astronautas-aficionados-crean-nave-espacial/
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